Una vez, haciendo una campaña para una marca de alimentos, los creativos tuvimos que competir, como siempre, para que nuestra idea se vendiera. Éramos, en la célula creativa para tremenda marca, tres redactores profesionales y uno que apenas iniciaba. La mejor idea, seamos honestos, era la del novato. Su idea consistía, si recuerdo bien, en visualizar a un pequeño queso que perdería la vida y la grasa debido a que un palillo, lo atravesaría. La grasa o el alma, se elevaría y le daría a entender al público que podía comer todo el queso que le diera la gana sin engordar. Otra idea, era la de hacer que una bella dama, llegara a espantar al pequeño queso por la espalda, el cual, por un infarto, dejaría ir su alma al cielo de los quesos después del susto. Los demás, no teníamos una idea así. Las nuestras, ideas de perros viejos que saben qué es lo que le gusta al cliente, estaban pensadas para convencer al director creativo, al dueño de la agencia y al cliente. El novato, a la hora de la verdad, a la hora de describir su idea, al momento en el que tuvo que explicar cómo funcionaría su idea al convertirse en texto o en guión para la televisión, se quedó paralizado. Su idea, no fue aceptada. La lección, es que las ideas, sin concepto, sin eslogan, sin copy, sin lay out, son humo, polvo, nada.
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