Tengo ideas. Tengo voluntad. Algo hay en mí, llamado creatividad. Pero a veces, a veces, siento que no doy con los lugares correctos, con los mensajes correctos. Me salgo de la agencia, fumo, fumo más y nada, no llega la imagen, el texto, el impulso creador. Me desespero. Practico las técnicas conceptuales que he aprendido con los años y nada, no llega la insinuación de las musas. Saco una hoja en blanco y garrapateo mis instintos, mis deseos, mis temores, mis saberes. Nada. La nada, como el cosmos, me envuelve. Fumo. Platico con la gente de la calle, pero nadie tiene tiempo, nadie sabe cómo sacarme del embrollo. Creo que no soy bueno en lo que hago. Estoy a punto de renunciar. Un camión, lleno de gente pensando, se detiene frente a mí. El chofer me pregunta si voy a cierta colonia o fraccionamiento, pero le digo que no, que no voy a lugar alguno. El camión se va. Al menos, el chofer tiene dirección. No sé qué hacer para pensar con claridad. Fue tanta la información que me dieron en la agencia, que mi imaginación, más que un dispositivo creador, parece una trituradora de basura. Trituro, me saturo, giro, olvido, regreso, descanso, me canso, sudo, transpiro, veo al cielo y le pido a los dioses del ingenio que me inyecten un poco de tesón. Llevo trabajando en este negocio más de diez años y todavía tengo dudas, temblores, angustias. Saco otro cigarrillo y trazo en el aire, con el humo, castillos. Ahora, sólo faltan los cimientos del castillo, la montaña en la que el castillo lucirá. Nada. Nada. Estoy vacío. Mis lecturas, mis afanes, mis experiencias, no me sirven. No sé en dónde encontrar la materia necesaria para enarbolar mis ideas. Regreso a la agencia. Subo por el elevador. Entro al departamento creativo y todos parecen saber lo que tienen que hacer. Creo que soy el único desorientado, el único sin rumbo. Silencio. Silencio. El aire azota las ventanas de la agencia. Algo quiere decirnos. Ahí está, ahí está la idea. Un fantasma, un ser del otro mundo, quiere revivir para saborear nuestra bebida energética. Pero este ser fantasmal sopla con debilidad porque no ha consumido nuestra bebida. Anoto la idea, la comparto, y compartiéndola, se pule, se forma, se transforma en un anuncio y éste, en ventas. Creo que la creatividad es un fantasma. Y si tememos la aparición del fantasma, de lo paranormal, de lo fantasmagórico, no podremos ver la silueta de la iluminación. Valor, el valor es lo que hace al creador. Sólo se equivocan en grande los que intentan cosas grandes. He aquí mi meditación. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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