En duplas, en tercetos, en cuartetos o en quintetos, tenemos que trabajar en equipo. Estas multitudinarias labores exigen comprensión, apertura, oído y disposición para apalear nuestros egos. Cuando un planeador habla, un creativo se acongoja. Cuando un redactor habla, un diseñador se aturde. Cuando un diseñador habla, un productor se queda boquiabierto. Y cuando un productor habla, un cliente se queda perplejo (hemos usado la técnica de la batología y no hemos logrado que el anterior párrafo sea encantador… al final, entenderemos la lección). Todos saben a qué nos referimos. Para mejorar nuestros procesos de trabajo, compartiremos cinco breves consejos: 1- Pierde tu clase social. Al hacer publicidad tenemos que deshacernos de nuestra personalidad. El gran publicista absorbe la personalidad de los otros, la expresa, le da forma, carne, piel y olor (consejo aportado por el gran copywriter Walt Whitman). 2- Acepta que las ideas jamás son nuestras, que son de todos. Nuestra idea, en manos de un diseñador, se transforma en una imagen (espacio, profundidad, anchura, luz). Nuestra idea, en manos de un redactor, se convierte en un concepto (juicio, descripción, instrucción). Las ideas, en manos de un planeador, se transmutan en tiempos, en ritmos. 3- Dedícale el ochenta por ciento del tiempo al planteamiento del problema que quieres resolver y el veinte por ciento al aterrizaje de las ideas. Los aviones vuelan, pero sólo lo hacen después de un minucioso servicio técnico. Esto provocará consensos, claridad y amistad. 4- Cuéntale a tu pareja creativa cuáles son tus gustos, tus pasiones, tus diversiones, pues sólo así el prójimo sabe qué esperar de ti o de qué eres capaz. Al conocer a la persona y no al profesional que yace a tu lado, conocemos capacidades intelectuales, no técnicas. 5- Jamás pienses que el trabajo ha terminado. Toda pieza publicitaria es perfectible, adaptable, flexible. Un texto no es mejor si es más corto o más largo. Un diseño no es mejor si tiene composición o si no la tiene. Estos aspectos son sólo aspectos técnicos (el Joven Vestido de Azul, de T. Gainsborough, tiene la mano mal dibujada, pero es encantador y ha hecho que millones de madres lloren al verlo). Una pieza es efectiva cuando tiene «encanto», diría Stevenson. Y el encanto sólo se obtiene cuando sabemos hacia dónde vamos y cuando sabemos quiénes somos. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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