Escribir cualquiera puede. Pero producir textos con cuerpo, alma e inteligencia requiere dominar los pensamientos y las emociones. ¿Qué hay en nuestro interior? Un reflejo del contexto social. Las personas quieren ser escuchadas y se apresuran a decir lo que tienen en mente. Ortega y Gasset nos dice “cuando el hombre se pone a hablar, lo hace porque cree que va a poder decir cuanto piensa. Pues bien, eso es ilusorio”. Lo complejo del lenguaje no nos permite expresar con claridad lo que sentimos, y cuando lo intentamos todas las palabras que conocemos se agolpan en nuestra mente para ser lanzadas con violencia y dar una idea exacta. Lo único que se logra es un efecto opuesto. Lo mismo sucede con la escritura. Ser observador es una forma de aprender a controlar las emociones. Dejarnos afectar por lo que nos ocurre nos hace débiles y moldeables. La templanza es una virtud no fácil de conseguir, pero es posible mantenerse sobrio al expresar los sentires. En unos versos de Lope de Vega descubrimos o difícil que es escribir cargando emociones:
Quiero escribir, y el llanto no me deja, pruebo a llorar, y no descanso tanto, vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto, todo me impide el bien, todo me aqueja.
Una vez que adquirimos estabilidad emocional, lo que George Orwell recomienda es conocer bien el tema que se plasmará, pues “el gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad”. ¿Qué es lo que hace un alumno cuando no estudió para el examen? Dice palabrerías. Trata de adornar su pensamiento con la afectación del léxico, dice Marco Aurelio. Las palabras sencillas y cortas resultan más cómodas para expresar una idea clara, según las enseñanzas de Orwell. Además, los conceptos de temas más “reales” como la vida, la naturaleza y la muerte alteran la oración, ya que cada lector lo interpreta según su contexto. Estas palabras se pueden evitar usando otras más tangibles y concretas. Estos son algunos de los consejos que he tratado de seguir gracias a ciertas lecturas recomendadas por Fray Eduardo de Zeind, un maestro de la escritura. No es fácil, es cierto, pero con la práctica y el pasar de los años, se puede mejorar la cultura escrita.
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