José Ortega y Gasset imprecaba contra la vulgarización del conocimiento, pues un conocimiento reducido o un color diluido es cosa engañosa, cosa depravada, rebajada, humillada. Cuando Alejandro Magno se enteró de que Aristóteles publicaría su obra enardeció, pues el saber, decía el Bicorne, no tiene que enlodarse, no tiene que ensuciarse con interpretaciones de taberneros, de ociosas amas de casa o de compadritos. Los periodistas se dedican a fotografiar los sucesos del mundo, los «acontecimientos», usando la arenga de Deleuze, y lo hacen con afanes objetivos, con deseos verídicos, con ganas de decir la verdad. ¿Puede un periodista dibujar con su pluma los quehaceres del médico? Sí, pero vulgarmente, haciendo del intrincado mundo de venas un ícono. ¿Puede un reportero describir las guerras del cuerpo y del espíritu? Sólo las del cuerpo, no las del espíritu. Tomemos lecciones, miremos el `Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa´, imagen puesta en tabla al óleo, óleo esbozado en 1434, según las declaraciones de las enciclopedias. Según los críticos la pintura citada es un testimonio fidedigno de la vida, un documento nítido. «Parece que estamos en la habitación con la pareja y el perrito, la cama cubierta de una colcha roja, el candelabro de bronce pendiente del techo. Incluso se ven las espaldas de la pareja reflejadas en el espejo redondo que hay en la pared del fondo. El interior de la casa flamenca, con todos sus muebles, los paños y las joyas están fielmente copiados», dicen los redactores. La pintura de Jan Van Eyck populariza sin vulgarizar, enseña sin caer en lo grotesco, muestra sin demostraciones artificiosas, dilata sin delatar, sueña sin ensañar, penetra sin invadir, observa sin escrutar. Hacer de las moléculas unas bolitas, hacer de un conflicto armado una vulgar «contingencia», hacer de un trato comercial internacional un «trueque de naciones», es rebajar el conocimiento, y hacerlo va en contra de la ética científica y periodística. ¿Por qué? Porque echarle agua a la sopa y prometerle al comensal substancia, alimento, vitamina, es mentir. ¿Qué hacer para soslayar lo vulgar en nuestros relatos, descripciones o narraciones? Francis Bacon, científico, promulgó la batalla contra el `idolum fori´, contra el mal uso del lenguaje. En un foro, lo sabemos, todos hablan, todas las palabras se mezclan, creándose, así, el ruido, lo vulgar, ambiente de taberna. ¿Cómo apaciguar el ruido? Calmándonos, frenándonos, evitando excentricidades, disolviendo problemas que no son en realidad problemas o nuestros problemas. Cuando un periodista narra una guerra y empieza a mezclar palabras, tales como «Mundo» y «Nación», todo se confunde. Los filósofos, como los periodistas «en su desorden, ya no comprenden nuestro lenguaje cotidiano, ni tampoco el suyo, o inventan un lenguaje tan incomprensible como el de un loco que pide: `Leche para mi azúcar´. Sus problemas nacen de sus desenfrenos lingüísticos. Precisamente: de no respetar las reglas de los `juegos de palabras´», declara M. Chastaing. Octavio Paz, en bello poema, cuenta la historia de un tal Hassam, de un joven que por mezclarse con una cristiana, que por meterse en asuntos ajenos, que por amar a quien no debía amar, termina bautizado con el nombre Erick, con «dos nombres/ y una sola mujer». Al narrar una guerra en Oriente («que sin duda no existe para el afgano», como dice Borges), ¿somos orientales u occidentales? Los reporteros pretenden comprender el motivo de la guerra, pero hacen de «un» motivo el «Gran Motivo», hacen de su ignorancia un tópico, transmutan lo que saben a medias en un medio de expresión. ¿En dónde empieza y acaba mi objetividad? ¿Cómo sé que no veo mi cultura en la cultura ajena? ¿Cómo sé que ese himno es un himno nacional y no una lírica canción de `Amour´, una `chanson d´action´, como dice un verso de Rimbaud? ¿Cómo sé que mi lenguaje es excéntrico o que ha perdido su centro? ¿Puedo cambiar A por B sin que mi proposición cambie su sentido? ¿Comprendo, como decía Wittgenstein, la gramática y la fenomenología de mis enunciados? Resolvamos lo anterior antes de relatar cualquier cosa.
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