Existía una creencia en el mundo de la política, la siguiente: los líderes de opinión, al recibir un mensaje, lo retransmiten a sus seguidores, y éstos entienden a la perfección el mensaje. Después, con los estudios de la Semiótica, se comprendió mejor qué es eso a lo que llamamos «ruido». El «ruido» está en el contexto, o en palabras de Umberto Eco, en las diferencias de los códigos culturales que usan los diversos grupos sociales. No hay, se aprendió, grupos sociales heterogéneos. ¿Por qué se creía tal cosa? Porque los economistas solían clasificarlo todo mediante la demografía. El salario, la riqueza, los coches, las habitaciones, son cualidades de la vida de muchas personas, y escamotean o tapan las peculiaridades de cada grupo social. E. Katz, en un estudio llamado `The Two-Step Flow of Communication: an Up-to-Date Report on an Hypothesis´, escribió: «El análisis del proceso de la toma de decisiones en el transcurso de una campaña electoral condujo a los autores de `The Peoples Choice´ a la hipótesis de que las informaciones difundidas por los medios de comunicación de masa se transmiten quizá menos directamente de lo que habitualmente se supone». ¿Qué decisiones tomar sabiendo lo citado? ¿Lanzaremos un mensaje especializado o general? El estudio demostró que en una campaña electoral la influencia personal es más fuerte que la influencia de los medios de comunicación. Imaginemos: un joven recibe un mensaje a través de la televisión o a través de Facebook, pero no sabe qué hacer con él o cómo interpretarlo. ¿A quién recurrirá para esclarecer sus dudas? Tal vez lo comente con su padre, que es abogado, o tal vez lo comente con sus amigos en la universidad, que estudian ingeniería. ¿A quién le creerá? ¿Qué informaciones usará el joven para interpretar el mensaje recibido? ¿Se remitirá a información ideológica? ¿Se remitirá a la información económica? Tendemos a buscar la opinión de la gente que se parece a nosotros, o por mejor decir, de la gente que usa nuestro mismo léxico. ¿Luego? Luego, pensamos, el joven meditará el mensaje recibido echando mano de las opiniones de sus amigos, que son personas que comparten su mismo lenguaje. ¿Lección? Los líderes de opinión de cariz absolutista, esto es, los líderes clásicos, tales como los abogados, los partidistas, profesores y demás, pierden su liderazgo al salir del medio ambiente en el que siempre se cubren, protegen y hacen valer su forma de hablar, su retórica. Los políticos usan los medios de comunicación para legitimar sus ideas, sus propuestas, sus argumentos y posiciones, pero los jóvenes no leen los contenidos de las Redes Sociales o de la prensa para creer o no creer, para confiar o no confiar: lo hacen para tener una perspectiva, para enriquecer su información y para emitir opiniones fundamentadas y comentadas con sus amigos. Hoy en día la especialización o división de trabajo es tremenda, y es ilógico hablar de «ingenieros», de «amas de casa», de «doctores» o «ambientalistas». Los nombres de las profesiones han crecido, y ahora hay ingenieros ambientalistas con doctorado en administración, o doctoras que también son amas de casa. ¿Cómo debe ser, entonces, nuestro mensaje político? Debe ser un mensaje ecléctico, es decir, un mensaje fácil de entender no para la generalidad o masa de personas, sino fácil de entender en cualquier lugar. No hablemos con el tono del ingeniero ambiental: hablemos de tal manera que nuestro mensaje sea comprensible y fácil de discutir en un ambiente determinado, en un laboratorio, en la universidad, en el salón de belleza. ¿Cómo hacerlo? Echando mano de las cualidades que realmente la gente reconoce en una persona. Hay que hablar de lo que es, no de lo que será. La promesa futura debe ser sustituida por la proeza pasada, y los argumentos deben ser sustituidos por los razonamientos.
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