Llevar el desayuno a la cama, regalar muchos besos y portarse bien era lo que de pequeños hacíamos para la mamá en su día. De felicitaciones, atenciones y regalos las llenamos el día de las madres, pero eso es lo curioso, que sólo un día les prestamos la atención que se merecen todo el año. Ese mismo efecto lo padecen también los clientes. Sólo cuando hay alguna festividad de ese tipo es cuando las marcas se ponen espléndidas y organizan acciones para interactuar con el consumidor. O al revés. Sólo cuando la marca cumple años o celebra la apertura de una nueva franquicia es cuando recuerda al cliente y le regala cupones. Los cupones del 5% de descuento para los clientes es lo mismo que regalar una plancha a la mamá, pues es recordarle de manera sutil cuál es su obligación. Lo último que desean ambos es recordar el trato que se les da a diario, por lo que no basta con la intención del regalo, sino también el regalo en sí. Ello no significa gastar o invertir todo el año en detalles; significa sorprender a los clientes y hacerle saber que es en agradecimiento ese obsequio que se hizo sin razón aparente. Significa, con ayuda de la creatividad, hacer que nuestro obsequio parezca muy importante y con gran producción aunque en realidad nuestros recursos sean limitados. Al final, el recuerdo que más perdura es el espontáneo y de corazón, no el que se hace por compromiso junto con todas las marcas.
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