Pierre Bourdieu ha tratado de demostrar cuáles son las problemáticas con las que se enfrenta un entrevistador, un investigador social, sosteniendo que toda pregunta lógica es difícil para una persona con pocos estudios, mientras que las preguntas éticas son fáciles de arrostrar para ésta. Cuando una clase social superior tiene que entrevistar a una clase social inferior, aparecen obstáculos en la comunicación, pues mientras los muy educados manejan sendas y complejas categorías intelectuales, los poco educados no lo hacen. Leonard Schatzman y Anselme Strauss, en un texto llamado `Social Class and Modes of Communication´, identificaron las siguientes categorías y diferencias mentales entre los muy educados y los poco educados, es decir, entre universitarios entrevistadores y obreros entrevistados: «cantidad» e «índole de las perspectivas adoptadas», «facultad de ponerse en el lugar del interlocutor», «tratamiento de las clasificaciones», «armazón del discurso». Al obrero se le dificulta tomar posturas distintas a la suya, creando, así, un subjetivismo excesivo. ¿Lección? Evitemos preguntas muy generales o universales. El obrero, afirman los supracitados autores, no puede interactuar o dialogar de forma fluida, ágil. ¿Lección? Provoquemos respuestas cortas, no extensas. Para el obrero existen categorías mentales burdas, tales como bueno-malo, fuerte-débil, oscuro-claro, y por tal motivo no echa mano de la gradación, metiéndolo todo en una especie de dualismo absolutista. ¿Lección? Usemos más dicotomías, aunque éstas arrojan datos bastante vulgares, burdos. Más. El obrero no habla con elocuencia, con orden, y salta de un lugar a otro, confundiendo el tiempo con el espacio, las causas con los efectos. ¿Lección? Brindemos un contexto amplio antes de empezar nuestra entrevista. Antes de armar una entrevista meditemos en los puntos anteriores, pues tal vez así los resultados que obtengamos sean más sólidos. Buen día, Comunidad Roastbrief. Imagen cortesía de Fotolia.
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