En un manual de publicidad leímos el siguiente texto: «La comunicación puede definirse como transmitir, recibir y procesar información. Cuando una persona, grupo u organización intenta transmitir una idea o mensaje, la comunicación ocurre cuando el receptor (otra persona o grupo) puede comprender la información». Nos impresiona la ingenuidad, la simplicidad, lo fácil que parece el acto comunicativo. Los publicistas creen que comunicar cosa fácil es, pero los lingüistas no afirman lo mismo. ¿Qué es la transmisión? ¿Qué se pierde en ella? ¿Qué se adhiere al mensaje en la transmisión? Transmitir es lanzar, lanzar un mensaje con precisión. Pero preguntémonos algo: ¿la precisión alcanza para que nos comprendan? Todo receptor vive en tres escenarios: el necesario (hogar, trabajo), el espontáneo (fiesta, sala de juntas del cliente) y el casual (tráfico de la calle, fila del banco). ¿Es la televisión un buen transmisor en todos los escenarios? ¿Recibirá el receptor mi mensaje en tal escenario? ¿Podrá procesar mi mensaje la audiencia? Los receptores siempre tienen tres tipos de respuestas ante un mensaje, y son: empatía, incomprensión aceptable y rechazo. El receptor puede gustar la historia del anuncio, pero no interesarse en lo ofrecido; el receptor puede entender la historia y desear lo prometido; y por último, el receptor puede pensar que lo que le transmiten es inaceptable. ¿Es aceptable un anuncio de condones estando en la oficina? ¿Es entendible una historia cualquiera o fábula siendo parte de una infinita fila bancaria? ¿Será odioso un anuncio sobre el cáncer producido por el tabaco gozando una fiesta? Juega con tales combinatorias y tendrás un buen plan de medios. Imagen cortesía de Fotolia.
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