Cuando un grupo social tiene consciencia de su clase, de los avatares por los que ésta ha pasado en el discurso del tiempo, dicha sociedad puede ser tenida por ente consciente, por persona, por alguien que sabe lo que está viviendo y que medita su entorno, así como las subidas y bajadas que su estirpe ha arrostrado con recursos ideológicos (tradiciones familiares, títulos de `nobilitate´), jurídicos (puestos políticos), económicos (herencias, haciendas, derechos terratenientes). En parangón, una clase social sin consciencia no siente los empujones y azotes de la historia. ¿Tiene nuestro grupo social «consciencia de clase»? ¿Sabe el obrero que es obrero y que no es pequeñoburgués o miembro de la clase media? ¿Le duele algo al burgués cuando ve que una sociedad burguesa alejada padece persecuciones? ¿Le da pesadumbre al albañil que se ha convertido en manufacturero en alguna fábrica ver que otros albañiles son maltratados por las leyes? Aprendemos, de este modo, que las investigaciones tienen que hacerse sincrónica y diacrónicamente. ¿Qué investigación nos conviene más para estudiar la conducta de una clase consciente, tal como la alta burguesía? La diacrónica, la histórica, es decir, la que dirige sus metódicas saetas hacia las ideas. ¿Qué conviene para estudiar la conducta de una clase inconsciente, tal como la proletaria? El método sincrónico, es decir, el económico, el que dirige su atención hacia la técnica, hacia la ciencia. Marcel Maget refuerza lo dicho, pues para él es necesario «remitirse a la historia para descubrir las constantes (si es que existen) de reacciones a situaciones nuevas». ¿Qué hace un hombre culto al estar expuesto a la tecnología? Si no olvidamos que un hombre culto es un hombre sumergido en la historia, pues toda cultura es la acumulación del arte, de la ética y de la ciencia del pasado y del presente, podremos decir que el tal hombre hará comparativas, contrastando, sí, la ciencia griega con la actual, la medieval con la moderna. ¿Y qué hace un hombre inculto ante el mismo fenómeno? Toma la tecnología por novedad, creyendo que ve cosas novísimas, nunca pensadas, nunca hechas. Hagamos conclusiones. ¿Podré saber si la innovación de mi maquinaria representa un acontecimiento verdadero entrevistando a gente inculta? No, pues tal gente no podrá comparar la novedad técnica con alguna otra, y dirá que sí, que sí es grandiosa la nueva maquinaria. Hemos hecho una pregunta teórica, pregunta que trocaremos en pregunta técnica: ¿podré saber si el funcionamiento de mi nueva maquinaria es eficiente entrevistando a hombres cultos? No, pues tales hombres no poseen la intuición técnica desarrollada por un obrero. La intuición, sin teoría, es una ceguera, y la teoría, sin intuición, es un vacío. Hay que interrogar la intuición del obrero evitando preguntas exigentes de conceptos, y hay que interrogar al hombre culto evitando preguntas exigentes del conocimiento que da la experiencia física. Hay que meditar en la información que puede extraer un cuestionario, pero hay que pensar más en «lo que no puede extraer». ¿Puede un obrero sin erudiciones macroeconómicas dilucidar si tal o cual modo de distribución o de circulación de mercancías es mejor que otro? No. Entonces, ¿para qué indagar su opinión sobre el «valor de uso» y el «valor de cambio» de los productos que engendra? ¿Puede un economista sin intuición fabril determinar si tal o cual proceso productivo de alfileres es más eficaz que otro? Sólo podrá hacer conjeturas. ¿Para qué hacerle hablar sobre tiempos y movimientos que jamás ha imitado ni sufrido? Es insoslayable pensar, además, en las respuestas que pueden o no pueden dar los entrevistados. ¿Ante el entrevistador se quejará el obrero de sus condiciones de trabajo? No, no, pues el entrevistador es para el obrero «parte» de la clase dominante. ¿Declarará el presidente de la empresa que sabe que mientras la producción crece geométricamente los mercados lo hacen aritméticamente y que por tales causas se verá obligado a exportar y a bajar la calidad de los productos? No, no lo hará ni por pensamiento. ¿Qué sacamos en limpio del discurso fraguado? Comprendemos que confundimos lo ideal con lo real, y que las respuestas que obtenemos, como la poesía, hablan más de lo que debería ser y muy poco de lo que es. La historia, ha dicho Aristóteles, habla de lo concreto, es madre de la verdad.
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