Por el impacto y el alcance que tiene la publicidad en las personas, hay temas que pueden reforzar actitudes en la sociedad a través del medio, mientras que hay otras actitudes que deben evitarse por cuestión moral o de derecho humanos. De esto se trata la publicidad inclusiva y no inclusiva; definamos bien los conceptos. Inclusivo o incluyente se refiere a contener o a tomar en cuenta elementos en un conjunto. En publicidad se aplica a aquellas campañas que integran ideologías, valores y actitudes para promover la igualdad o una actitud positiva en la sociedad. Este concepto puede tomarse un poco contradictorio con la naturaleza de la publicidad por trabajar con segmentos y personas de características similares. Sin embargo, en el “marketing verde” o el “marketing social” se busca el bien común, el respeto por la diversidad de opiniones, creencias, clases sociales y hasta diferencias biológicas en todas sus formas. Por ello, en estas categorías entran las piezas publicitarias que fomentan la equidad y que luchan contra los estereotipos como el caso del cambio de imagen de LALA; también se considera inclusiva aquellas campañas que se dirigen a un sector de la sociedad respetando sus características, como los comerciales de la aerolínea LAN. De esta forma, la publicidad no inclusiva o excluyente es aquella que discrimina de manera despectiva algunas características humanas, económicas, étnicas o de género. Este tipo de publicidad siempre ha existido y ha sido criticada, pero en estos tiempos es más criticada por la conciencia que la sociedad va adquiriendo sobre la equidad y el respeto a las diferencias. Imagen cortesía de Fotolia.
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