1- Primero piensa, y una vez que tengas claro lo que quieres decir, escribe. Después piensa y escribe al mismo tiempo. Luego, sí, haz que el acto de escribir piense por ti. Sabrás de qué hablamos con los años.
2- No seas cursi y di las cosas como son. No rodees, no uses eufemismos, no uses una lengua muerta, no temas echar mano del léxico popular.
3- No toques grandes temas y limítate a los pequeños. No vendas coches envueltos en amor, pero sí llenos de comodidad. No te engañes, no engañes: bien sabes que ni la persona más inocente se traga los argumentos falaces.
4- Lee, como García Márquez, el diccionario, y aprende de él la escritura concreta, concisa, pero sin caer, como muchos publicistas, en el tartamudeo, en la tacañería.
5- Lee, como Stendhal, sendos documentos políticos, pues de ellos aprenderás qué es la retórica y cómo evitarla cuando sea necesario.
6- Escribe todos los días, mucho, pero lee más, mucho más.
7- Acércate a la poesía, redacta en prosa sintiendo en verso y escribe fríos guiones con la pasión del sonetista. Sólo la inspiración produce energía, y sólo los textos enérgicos, pero controlados, provocan algo en el público.
8- No te dejes embaucar por el estilo periodístico, rígido o telegráfico. Eres publicista, es decir, traductor del sentir humano, no un mero comentador del mundo.
9- Evita los textos cortos si vendes cosas maravillosas, y evita los textos largos si vendes nimiedades. No deformes las cosas, no mientas.
10- Lee en voz alta lo que escribes, y si tu texto te deja sin aire o te exige gran aliento, no sirve.
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