En este mundo dual, donde circunstancias y acciones tienen un contra, era de esperarse que la publicidad, como motor del capitalismo, tuviera sus críticas. Así, grupos en contra de las consecuencias del capitalismo, de las grandes empresas y de los daños que causan ciertos productos, llevan a cabo una práctica antagónica a la publicidad llamada “subvertising” o contra publicidad.
La contra publicidad se lleva a cabo de dos formas. La primera se trata de un acto meramente informal. A partir de modificaciones de imágenes, logos y eslóganes, se intenta concientizar a los consumidores emitiendo mensajes negativos o totalmente en contra, haciendo énfasis en los “males” que causan las empresas.
Casi siempre con tono irónico o agresivo, estos trabajos en su mayoría son creaciones “caseras”, provenientes sólo de la emoción y de ingenio.
Sin embargo, existe otra forma de hacer contra publicidad que implica un trabajo más completo. Ya no se trata sólo de modificaciones de propiedades de marca, sino de campañas completas que van en contra de una empresa. Así, con fundamentos, producciones profesionales de gráficos y un objetivo de comunicación bien establecido, algunas campañas han logrado que se difunda el mensaje. Un caso reciente es el de Monsanto. Varias compañías y organizaciones, entre ellas Greenpeace, se han dedicado a informar a la gente las desventajas y problemas que acarrea esta empresa al entrar a una zona con sus productos. Además, impulsa a las personas a protestar y a movilizarse en contra de Monsanto.
El subvertising, en su primera forma, sin fundamento y con el fin de agredir marcas, se convierte en una gran contradicción, pues forman parte de lo que reclaman: en publicidad que manipula con información exagerada y poco fundamentada. En cambio, la segunda forma de subvertising, se convierte en una herramienta publicitaria con el fundamento de informar a las personas de manera ordenada y con un objetivo positivo.
Imagen cortesía de Fotolia.
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