El mundo de los negocios, por tratarse de competencia y de poderes, suele prestarse a la deshonestidad. Si bien muchas empresas y marcas han implementado medidas para mejorar la sociedad, algunas otras han utilizado estos conceptos para atraer la atención y forjarse una imagen que no cumple con los objetivos que aparenta. Una de esas prácticas son las llamadas “Greenwashing” y “Pinkwashing”. El primero se refiere a las acciones en favor de la ecología que se supone, disminuyen la contaminación, cuidan el medio ambiente, crean productos y envases amigables con la naturaleza y muchas más actividades, pero el fin no es la importancia ecológica sino publicitaria. El segundo término se refiere a acciones empresariales en torno al cáncer de mama. Marcas y marcas se pintan de rosa, colocan los listones, invitan a las consultas médicas o recaudan fondos para la causa. Pero, ¿realmente cuántas de ellas se preocupan por esa situación social? En las dos actividades, los fines que se persiguen no son el bienestar, sino intereses publicitarios o económicos. Algunas son éticamente cuestionables, mientras que otros, sólo no son coherentes con sus prácticas. Por ejemplo, alguna empresa recauda fondos para combatir el cáncer de mama pero en los procesos de producción los empleados tienen contacto con sustancias cancerígenas. Cualquiera de estas prácticas, cuando se descubren, hacen que la empresa pierda credibilidad en sus acciones. Mientras dura el impacto, la sociedad logra recibir información sobre el tópico al que apoyan, pero se hace una activación “a medias”. Mejor hacer las cosas bien hechas y tener la confianza de las personas a perder su preferencia por lavar colores y conceptos. Imagen cortesía de Fotolia.
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