Ayer nos visitó la Universidad San Ángel, nos visitaron alumnos estudiantes de la Licenciatura en Comunicación, que interesados estaban, o están, en problemáticas profesionales, pero también semióticas, teóricas. Varios alumnos comentaron que no entendían qué es la Semiótica. La Semiótica, como ciencia naciente, como ciencia que no ha desarrollado sus instrumentos, métodos y problemas finales, es materia de gusto todavía, es decir, una problemática más relacionada con el arte que con la técnica.
¿Por qué? Porque los símbolos, que sirven para «mentir», según opinión del buen Umberto Eco, viven en muchos contextos, tienen muchas etimologías, orígenes, formas, y son usados de modos varios. Queremos dar recomendaciones bibliográficas y teoréticas para que los alumnos de la Universidad San Ángel clarifiquen las nociones que tienen sobre la susodicha disciplina, casi ciencia y gran arte.
La Semiótica tiene tres grandes divisiones, a saber: Sintaxis, Semántica y Pragmática. ¿Cuál es el objeto de estudio de la Semiótica? Los signos, los símbolos, así como su creación, es decir, los códigos que con tales cosas se forman. La literatura, la poesía, la novela, la pintura, todo lo referente a la Estética, sirve para comprender mejor la Semántica, o por mejor decir, para entender cómo se fraguan sistemas cerrados de significantes (códigos de equipos deportivos, jerga de bandas delictivas, comunicación militar), no de significados.
¿Qué diferencia hay entre un significante y un significado? Someramente, digamos que un significado es estable, perdurable (tenso, substancial, filológico), mientras que un significante es inestable (intenso, matizado, alegórico), poco duradero.
La sonrisa, la palabra «sonrisa», por ejemplo, puede tener un significado universal, una relación con la amabilidad, con la cortesía (pensemos, además, en la palabra «madre»). ¿Pero qué podemos decir de la «sonrisa irónica», de la «sonrisa sarcástica»? ¿Dejan tales sonrisas de ser «sonrisas»? Sí, pero sólo en cierto grado. El sarcasmo en una forma de la cortesía, un modo de simular, de «mentir», de ser diplomático, como diría Eco.
¿Cuándo y dónde una sonrisa representa el sarcasmo? La respuesta debe ser respondida por la Pragmática, que estudia las funciones de los signos en tal o cual lugar (el color verde del semáforo urbano significa «avance», mientras que en las carreras profesionales significa «correr»; la palabra «madre», en el diccionario, significa «maternidad», pero en el estadio significa «inconformidad»).
¿Por qué la sonrisa equivale a la cortesía? La respuesta, de esencia histórica y etnológica, debe ser respondida por la Semántica, que trata, si hablamos del rostro humano (cinésica), del conjunto de gestos que puede crear nuestra cara. Podemos mentir con la boca, pero con la cara decimos la verdad, pensaba Nietzsche (hay gestos que dicen: ¡Qué poca madre!). La Sintaxis, finalmente, trata del orden, del lugar en el tiempo (a, b, c,) que hace que una sonrisa signifique maldad, bondad, tolerancia o paz («madre», después de «chinga tu», da el significante «me desagradas», pero solitaria y sorprendida connota «accidente», como cuando vemos un choque automovilístico y decimos: ¡Madres!).
¿Qué podemos leer, además de los libros de Eco, para afinar nuestro saber? Podemos leer los libros de Aristóteles, como `La Poética´, como `La Retórica´. Para mejorar nuestra sensibilidad, nuestra capacidad para asimilar qué es la Semántica, podemos leer poesía, sobre todo la lírica, que no está contaminada de palabrería oficial, retórica (en ella no hay «Día de la Madre», pero sí «Madres» muchas). ¿Qué podemos leer para aguzar nuestro olfato pragmático y sintáctico? Libros de sociólogos, a Pierre Bourdieu, por ejemplo, que se ocupa de las diferencias que hay en cada clase social y del modo en el que cada grupo humano usa el lenguaje (aprenderemos, con él, qué significa «madre» en México, en Italia, en Alemania). ¡A leer, San Ángel!
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