¿Carisma? Cariz capaz de matizarse o de adaptarse a toda situación. Muchos publicistas, más que eruditos en comunicación, son eruditos en empatía. ¿Qué es la empatía? Es el don de empatar, de hacer que todos ganen. Muchos clientes prefieren trabajar con publicistas comprometidos, aunque no muy creativos, a trabajar con publicistas con harto talento pero que no sufren los padecimientos de las marcas. El publicista carismático transmite, sin quererlo, su amor por la publicidad. Los publicistas viejitos, es decir, los de la antigua escuela, aman su trabajo, aman el proceso creativo; los nuevos, en cambio, arrimados a la tecnología, son más fríos, más amantes de los números que de las palabras. Hay que mediar. Hemos notado que mucha gente con talento para lo gráfico, para la escritura, para la planeación, se aleja de las agencias de publicidad porque siente que su talento no es explotado al máximo en ellas. Tales personas hacen tres cosas: abren su propia agencia, se dedican al altruismo o simplemente trabajan como independientes. Las marcas, además de un carismático, quieren un profesional, alguien con ética. ¿Qué es tener ética? Es hacer nuestro trabajo con conocimiento. Un publicista que escribe guiones sin técnica alguna, un diseñador que no sustenta sus productos con teorías estéticas, o un investigador que confía ciegamente en las matemáticas y que desdeña lo sociológico, es un profesional sin ética, es decir, ciego. El carisma, claro, es importante a la hora de hablar, pero no alcanza a la hora de argumentar o de pensar. Risas, abrazos, besos, apretones de mano, elogios, saludos, nalgadas y felicitaciones deberían ser efecto de una campaña exitosa, mas no su preludio o su aparente causa. Dicen que los mexicanos somos demasiado amables; dicen que los mexicanos, con su amabilidad, tapan sus defectos; dicen, en fin, que el exceso de cortesía delata debilidad científica. ¿Será verdad? Imagen cortesía de Fotolia.
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