“Trabajo en equipo”. ¿A quién le trae malos recuerdos escolares este par de palabras? Entre el intenso que quería todo a la perfección; el individuo que no aportaba nada; el típico que se cuelga de la calificación delos demás, y el que se enoja cuando sus ideas no son tomadas en cuenta, seguramente pasaste bastante tiempo en ponerte de acuerdo para la tarea. Cada uno crece y de alguna forma, algunos en menor grado que otros, mantienen el mismo estilo al trabajar en equipo. Pero esta disposición no trae nada bueno. Para ser un buen equipo los integrantes deben formar un grupo uniforme. Esto no significa que se hagan homogéneos y pierdan sus características individuales, sino que las sepan guiar por un objetivo común. ¿Cómo hacerlo? Para los místicos, deberán “estar en sintonía” los integrantes del equipo; para los técnicos, deberán “conectarse con el otro”. La manera de hacerlo es romper algunos paradigmas y juicios que nos hacemos sobre los demás. Hacer juicios, formarse imágenes supuestas del compañero, nos predispone a no escucharle. Por ello, además de mantener la armonía en el trabajo, es importante dejar a un lado los pensamientos negativos y poco productivos. Conocer al otro. Saber los gustos, compartir algunas anécdotas o al menos compartir la hora de la comida es bueno para comenzar la empatía y dejar los juicios a un lado. Integración. Si entre algunas personas ya existe esa ‘conexión’ y gustos en común, entonces es más fácil comprender al otro y su manera de pensar. Lo más importante es mantener la mente abierta para conocer personalidades y sobre todo, estar siempre dispuestos a aportar lo mejor de nosotros, ser participativos y amistosos. De otra forma, el equipo no será homogéneo y habrá fisuras por donde se escape alguna idea creativa. Imagen cortesía de Fotolia.
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