El ser humano, naturalmente, hace preguntas sobre todas las cosas, sobre el cielo, la tierra, los mares, sobre el origen de los vientos, sobre el amor y el odio, sobre la muerte y la vida y hasta sobre la eternidad y la inmortalidad; el ser humano, buscando respuestas, creó la ciencia, es decir, sistemas de pensamiento, métodos de investigación y de comprobación, de búsqueda y de memorización. La antropología, ciencia creada por la urgencia causada por el nihilismo, busca definir al hombre; la metafísica, nuestra epistemología o nuestros límites de percepción; la moral, nuestra conducta; la religión, el futuro. ¿Qué es el hombre de hoy? La especialización científica ha multiplicado las respuestas, ha destruido la «cohesión social», dirían los sociólogos. ¿Qué podemos conocer? La ciencia insinúa, y sobre todo la nueva física, que todo. ¿Cómo comportarnos? La caterva de teorías éticas ha hecho del agresor un emprendedor y del explotador un ganador, parece. ¿Qué nos prepara el futuro? ¡Paradoja de paradojas! Tenemos muchas formas de ser hombres, saber infinito y flexibilidad moral, pero no un plan. Escribo, leo, machaco… Al cuestionar la estructura del cielo, por ejemplo, el hombre encontró la necesidad de perfeccionar o de maximizar su ojo, forjando, así, el telescopio. El navegante, para no depender de la mera orientación instintiva, del mapa que no se mueve, que no toma en cuenta los vientos del día ni la mera fortuna, aprendió a leer las estrellas, y también fabricó la brújula. ¿Qué pasa cuando contamos con tecnología que nos ayuda a orientarnos en el mundo? Reducimos, al menos un poco, la atención que ponemos en lo cercano. El termómetro medirá el calor, el velocímetro la velocidad del automóvil, la semiótica el temperamento humano, y gracias a tales subterfugios dejamos de confiar en nuestros sentidos. Creemos que el letrero que dice «Velocidad Mínima» significa «Velocidad Lenta»; creemos, además, que el color verde del medidor de temperatura significa «frío», aunque lo medido esté a miles de grados. El astrónomo puede, con el telescopio, ver más allá de lo que podía ver antes, esto es, puede imaginar más, sospechar más, o sea, hacer teorías sobre más cosas, hacer más conceptos, definiciones. El buscador de tendencias, que hace de las redes sociales su telescopio, debe recordar que es la ciencia, con la tecnología, la que produce nuevos sentimientos en toda nación, así como nuevas filosofías y nociones. Tres grandes hallazgos de la Antigüedad transformaron el mundo, a saber: la religión hebrea, la metafísica griega y el cristianismo. La religión hizo que creyésemos en la vida después de la muerte (nos dio un futuro, por ejemplo), y dicha creencia, por razones obvias, mudó las costumbres, redujo la concupiscencia (a fuer de palos muchas veces), multiplicó la fe y la esperanza, o por mejor decir, hizo que la gente se comportara distintamente; la metafísica griega, a su vez, mejoró la confianza del hombre, que no creía en exceso en su capacidad intelectiva, aunque sí en la magia y en el esoterismo. Nótese cómo eran las ideas (las cabezas) las que trastocaban los actos (los cuerpos), nótese cómo hoy los actos bélicos y políticos (cadáveres, sobre todo) trocan las ideas (movimientos sociales). Cuando el hombre confía en el futuro y también en su mano, ¿qué pasa? Devienen los grandes proyectos, y así, el ingeniero no teme no ver su obra acabada, pues sabe que generaciones futuras la culminarán, pues sabe que él, tal vez, la verá desde los cielos, en la «otra vida». El cristianismo, por su parte, conectó el mundo divino con el mundo terrenal, hizo que la psicología humana, que se sentía abandonada por los viejos dioses, o simplemente olvidada por las fuerzas divinas, volviera a percibir compañía celestial. ¿Qué pasa cuando fe, tecnología y amistad se juntan? La incertidumbre se apacigua, nacen gentes confiadas, seguras. Después de todo esto ya no fue necesario construir sólo para asegurar el futuro, ni afanar la perpetuidad para gozar de Dios, pues todos supieron, merced a la doctrina cristiana, que también en la Tierra hay gloria. Este análisis histórico, religioso, deberá ser imitado por el buscador de tendencias del mundo de la mercadotecnia. ¿Qué hallazgos hay hoy que sean importantes e históricamente trascendentales? Número uno: las modernas comunicaciones; número dos: la economía política; número tres: el liberalismo. El hombre, que dependía del trabajoso tiempo para mandar cartas, hoy puede transmitir sus ideas en segundos (la dialéctica entre las naciones ya es instantánea, peligrosa, pues decidir rápidamente un asunto enorme no es lo más prudente); el hombre, que dependía del Estado, hoy es capaz de tomar sus propias decisiones sin perder sus derechos; el hombre, sí, que tenía una moral rígida, heredada de los tres hallazgos antes citados, hoy puede usar su cuerpo, su sexualidad con liberalidad, sin angustias. ¿Qué pasa cuando podemos comunicarnos con un japonés sin tener que ocultar nuestra situación económica y social? Pasa que nace la crítica. ¿Alguien no ha notado que en las redes sociales todos somos grandes críticos? El japonés, viendo la pobreza del árabe que le habla, o el mexicano, viendo el desempleo que aqueja al español, no sólo compara economías, sino también ideologías, formas de vida. ¿Hasta dónde llegará esta era crítica? Todas las eras, épocas históricas, lo saben los historiadores, tienen inicios y fines, cumbres y éxtasis… ¿cuál o cómo será el fin de esta época? Meditemos. Las comunicaciones hacen que la información se multiplique, que parezca inmensa. ¿Cómo palia el hombre esta inmensidad? Se ha visto que con la especialización (ya hay licenciados en impresión de tarjetas de presentación). ¿Puede hablar un biólogo marino japonés con un mexicano experto en robótica? Sí, pero sólo de temas universales. ¿Quién determina esos temas o valores universales? A falta de cabezas universales (no especializadas), la experiencia fundamental del cuerpo, diría Zubiri, que es espiritual, erótica e intelectual. ¿Podemos espiritualizar en las redes sociales? No, pues hacerlo provoca rechazo. ¿Por qué? Porque toda espiritualización, en una sociedad informada de los desastres de las Cruzadas y del nazismo, tiene cara de dogma totalitario. ¿Qué queda cuando se van las ideas reales, que se confunden con simples ocurrencias etiquetadas con palabras nuevas? El cuerpo. Lo erótico siempre ha sido exótico, pero hoy, como necesitamos temas comunes para pretextar nuestra presencia en las redes sociales, se ha hecho costumbrismo, fragmentación del cuerpo, fotografiado y mostrado todos los días sin pena. Nuestro cuerpo es el espíritu de las fachadas de las redes sociales. ¿Qué provoca el liberalismo o neoliberalismo? Por razones claras, individualismo, aislamiento, ya que todos poseen su verdad. Ya el Papa Francisco, en encíclica, anota que en la modernidad todos tienen su verdad, su modo de interpretar el mundo, o, según él, miedo a una verdad total con cariz de imposición. Avancemos. ¿Qué causa la nueva economía política, el nuevo capitalismo, que a palabras del viejo Marx es una simple transición hacia el comunismo? Causa, se ve, competencia bruta, agresiva (hastío en el rico y más pobreza en el pobre). ¿Qué pasa, volvamos a preguntar, cuando el erotismo se individualiza o se hace un absolutismo y se ejercita en la agresividad? Nacen los dioses o sectas de dioses (nacen feministas que ignoran la teoría de su movimiento ideológico y que practican un feminismo corporal, nacen ecologistas desinteresados en la estructura de producción de capital que exponen su cuerpo para evitar la explotación de los bosques). Todos hoy se creen dios, Zeus o Apolo, Poseidón capaz de manipular su mundo con clics, archivos, música y bloqueos. ¿Podremos encontrar leyes sociológicas en una sociedad pulverizada que ya no se divide en familias, tribus ni naciones, sino en individuos? ¿Será acaso que en el futuro todos tendremos nuestra propia bandera y nuestro propio himno personal? Decía León Felipe, prologando un poemario de Walt Whitman, llamado `Canto a mí mismo´, que los poetas, que son como dioses, no tienen historia, sino biografía. ¿Será la futura historia un conjunto de miles de millones de biografías? Imagen cortesía de Fotolia.
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