¿Por qué se empieza a decir que Facebook baja nuestro nivel de vida? Tenemos varias hipótesis: 1) Porque antes oíamos solo las tonterías de cinco o de seis personas, pero hoy leemos las de miles casi simultáneamente. 2) Porque en las redes sociales todos dicen ser expertos, divas, modelos, consultores, fundadores y eruditos, lo cual ha provocado que ya casi no creamos en nadie. 3) Porque los estímulos que ofrece la pantalla son muy pobres comparados con los dados por el mundo real. Las redes sociales han provocado el «Síndrome de la Autosuficiencia». Si el hombre decía, según Ortega, «Yo soy yo y mi situación» (yo y mi vida real), hoy dice: «Yo soy yo y mi Facebook». Decía el gran Granatta, en el Congreso Roastbrief, que las redes sociales y el internet han hecho que los hombres esperen conocer «putas insaciables» y las mujeres «príncipes azules». Lo único que tenemos de «azul», en Twitter, es el logotipo, y lo único que tenemos de «putas» es la cantidad de seguidores. Hoy, creemos, la cantidad de retuits o de «me gusta» construye verdades. «Si tengo muchos `me gusta´, entonces dije algo válido, sólido», creemos. Nos estamos acostumbrado a ser aprobados o reprobados por la comunidad con la que convivimos en las redes sociales. «No tengo ningún retuit… ¿estaré diciendo idioteces», reflexionamos. Hay, en Facebook, hartos revolucionarios, guerrilleros, izquierdistas, naturalistas, ecólogos, mecenas, héroes que jamás pisan la calle. Todos estos «quejumbristas», si nos permiten el neologismo, hastían con sus quejas, entristecen más de lo que le aportan a la sociedad. Las marcas deben, por cierto, sobresalir entre toda esta baraúnda de quejas. ¿Cómo hacerlo? Hay tres formas: a) tocando, con sus textos, los temas de interés; b) alegrando el día con optimismo; c) participando en las discusiones acaloradas de los «revolucionarios». Imagen cortesía de Fotolia.
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