La página en blanco, siempre llena de posibilidades, es nuestra mortal enemiga, y nuestra mayor aliada, ya que siempre está ahí buscando cómo incitarnos a que hagamos algo de ella, “ven, escribe”, te susurrará al oído, “sólo es necesaria una palabra, sólo una”, y cuando la hayas escrito, ella te dará las suficientes herramientas para indicarte cuál es la siguiente. Lo mismo aplica para un trazo o diseño, comienza por una línea, arrastra ese lápiz, empieza, y una vez que lo hagas, la forma tomará vida por sí misma. Cuando le preguntaron a Buonarroti ¿Cómo puedo hacer una escultura? Él contestó: simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario. Así de fácil.
Lo primero que hice cuando un lápiz llegó a mis manos fue rayar la pared de mi casa. Mi madre, tratando de que las paredes se mantuvieran limpias, me compró un cuaderno de dibujo. Creo haber tenido un año cuando eso sucedió y desde entonces no he dejado de dibujar. Siempre me llamaban la atención los espacios vacíos, y como si fuera una misión secreta en mi vida, me encargaba de llenarlos con mis trazos, desde un cuaderno, pasando por una pared o libro de texto, no podía existir un espacio que quedara sin haber pasado mi lápiz sobre él. Esto, además de forjarme el hábito de la ilustración, también me metió en varios problemas; en una ocasión un maestro que había dibujado en mi libro de texto estuvo a punto de expulsarme de la escuela, su caricatura no le causó tanta gracia como a mis compañeros y a mí, pero esa es otra historia. Las posibilidades de dibujar, de crear y de escribir siempre están ahí. Siempre habrá espacios en los cuales garabatear, aunque me preguntó, más allá de espacios, ¿habrá siempre algo qué colocar en esa página en blanco? Como creativos y diseñadores tenemos una lucha constante con ella, siempre buscamos cómo alimentar su voraz apetito con nuestras palabras, dibujos y tipografías, siempre buscamos cómo llenarla de elementos que la hagan verse hermosa, elegante y divertida. Ella siempre es la protagonista. “Todos creemos que un rayo de inspiración nos cruzará la mente o veremos una luz que habrá que seguir. Algo como “el instinto escritor” nos llenará y sabremos que es el momento y sabremos qué escribir. No es así. Para escribir sólo hay que sentarse y escribir” —Gaiman. Una vez hayas comenzado será fácil continuar, sólo es necesario hacerlo. Entre algunos de los aspectos a considerar habrá que recordar que cualquier cosa, sin importar lo que hagamos, nunca será perfecta, nunca será como lo imaginaste, tendrás que asumirlo, la perfección es tal y como la describía Dalí, no hay por qué temerle, nunca la alcanzarás. Una vez que comenzamos a trabajar sobre ese espacio inmaculado, es importante saber cuándo detenerse, cuándo comenzar a trabajar sobre lo ya elaborado. Es de igual importancia llenar esa hoja en blanco, como el saber cuando detenerse, y de igual forma, qué eliminar de ella. En la gran mayoría de la ocasiones, el decidir qué dejar fuera es la parte más difícil, cuando las posibilidades son ilimitadas solemos paralizarnos, demasiadas opciones suelen abrumarnos. Al final del día, el ser creativo es también un acto de depuración, de hacer a un lado todo aquello que decidimos no utilizar.
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