“Bueno, ¿qué tiene de especial ese libro? Es más, ¿qué tiene de especial el ponerte a leer?”. Hace algunos años me hicieron estos comentarios. En aquel entonces estaba releyendo la edición especial de El Señor de los Anillos,que conmemoraba el natalicio 100 de su autor. Ésta compilaba la historia completa, así como sus apéndices, acompañado de impresionantes pinturas, el libro en sí era una joya de diseño. A mi amigo le extrañaba por igual el hecho de que hubiera comprado un libro que yo ya tenía, como el estar leyéndolo de nuevo. Tomé el libro, lo puse en sus manos, y le dije: “léelo”. Al ver semejante monstruo de páginas, casi con miedo, me lo regresa diciendo “Estás loco. Uno, no me gusta leer, y dos, no sé de qué se trata”; aclaro que esto se dio antes de vislumbrar la producción de las películas de Jackson. A partir de ese momento, y por las siguientes dos horas, me desviví contando y tratando de recrear con mis palabras el mundo que a Tolkien le había llevado construir casi 15 años.Le hablé de los paisajes de la Tierra Media, la Comarca, de los Hobbits, del Anillo Único, de Saurón, Aragorn, Galadriel, Elrond, del sacrificio, del valor, de la amistad, el honor; realmente quería que lo leyera.La historia estaba ahí, en aquellas páginas, sólo hacía falta abrirlas y leer la primera. Logrando eso, el libro haría lo demás. Después de aquellas dos horas se quedó viéndolo un momento y dijo, “trae bien poquitos monitos. Pero suena padre”. Decir que contar historias es relevante en el mundo de la publicidad es como decir que el sexo tiene una parte importante en la reproducción humana. Contar historias es lo que nos separa del resto de los animales. Comenzamos a contar historias incluso antes de tener un lenguaje, nuestra necesidad de plasmar en la paredes de una cueva como las de Altamira la historia de nuestras familias, de cómo cazábamos, hasta cómo vivíamos, es una muestra de ello. Está en nuestra naturaleza contar historias, desde aquellas paredes de roca, pasando por bloques de arcilla, hace más de 5,000 años, siempre hemos buscado formas de expresarnos a través de la literatura, la pintura, la música, el teatro, el cine, y un gran etcétera. Todo nuestro mundo gira en torno a comunicar y contar historias. El cómo lo hacemos es lo que diferencia a un Ingenioso Hidalgo de un Juventud en Éxtasis, pero ¿qué es lo que hace las historias únicas? Todos reconocemos y hemos leído acerca de los elementos fundamentales al contar una historia: Introducción, cuerpo y conclusión; habla con la verdad, crea personajes interesantes con los que la gente se identifique, déjalos esperando más, usa arquetipos, entre muchos otros. Todos, digamos lo que digamos, nos gusta contar historias y usamos estos elementos sin darnos ni siquiera cuenta, entonces, ¿cuál es la parte más importante de la historia? La persona que cuenta la historia. En el momento en que cuentas una historia, la historia eres tú, tus palabras, tu visión, y tu forma de contarla la hace única, eres el elemento fundamental. Si la historia es tuya, entonces usa tus propias palabras, eventos que conozcas, no tengas miedo de usar referencias personales, por más embarazosas que éstas sean, eso terminará por hacerla especial y única. Después de esas dos horas, terminé por convencer a mi amigo de que leyera El Señor de los Anillos, y quedó maravillado. A partir de ese momento comenzó a recorrer con más detalle algunos de los libros que tenía en mis estanterías. Y me dio mucho gusto ver pasar por sus manos El juego de Ender, Dunas, Ensayo sobre la ceguera, El Aleph, Fundación, Rayuela; la gama era grande y variada, al poco tiempo comenzó a comprar libros por su cuenta. Hoy en día, es raro que no esté leyendo un libro, y lo mejor de todo, hablando sobre él, contando sus propias historias. Imagen cortesía de Fotolia
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