Me preparo para perder los pocos lectores que tengo por este post que será tan impopular, pero no lo puedo evitar, así que prepárense porque allí les voy. Mala suerte. Lo teníamos en la mano. En los últimos minutos. Una injusticia. Pinche FIFA. Pinche Robben. Pinche Carlos Tevez estaba fuera de lugar.
No le dieron tarjeta roja a Heinze. Estuvimos cerca. Nos faltó poco. Pinche Aguirre. Pinche Mejía Barón. Pinches cambios. Pinche Lapuente. Teníamos todo para ganar. Pinches penalties. Pinche, pinche, pinche.
El caso es que siempre perdemos. 6 mundiales al hilo sin pasar al dichoso quinto partido. 6 mundiales seguidos de “jugar con todo” de “tener una selección con huevos” de “tener chavos que inspiran” y de tener el mismo resultado.
“Hay que saber perder y tener la frente en alto” dicen los canales de televisión los comentaristas y los patrocinadores. #yosicreo #vamosmexico son algunos de los hashtags a los que todos (incluyéndome) nos sumamos para apoyar al equipo y ver el mismo fatídico y desilusionante desenlace. Y ya con la euforia apagada y viendo esto desde más lejos pienso en lo que hace meses yo había dicho “ojalá no pasemos” porque estábamos jugando del nabo.
Nuestra Selección era una vergüenza y fue gracias a Estados Unidos que regresamos al repechaje para jugar contra un equipo de burla como lo era la Selección de Nueva Zelanda.
No pasamos ni por el piojo ni por mérito propio, aunque nos duela en el alma. Y eso no se nos debería olvidar. Simplemente, pasamos porque en el repechaje, jugamos contra un equipo pitero y lo hicimos pedazos. Como era lógico. No porque seamos un monstruo del futbol, sino porque en Nueva Zelanda se juega al Rugby. Y así, el domingo el yamerismo nos volvió a alcanzar.
Después de tener la primera fase que esperábamos (porque Camerún y Croacia no son buenos equipos y Brasil hasta el momento no ha demostrado ningún despliegue de talento fuera de lo normal) volvimos a jugar contra un equipo más fuerte que nosotros y volvimos a perder. Porque el partido no se acaba hasta que se acaba (como se dice de manera estúpida y tremendamente lógica) y a cinco minutos de la gloria, nos clavaron 2 pepinos. ¿Injusticia? ¿Clavado? ¿Mal arbitraje? Whatever. Perdimos. Perdimos otra vez. Porque no supimos manejar el tiempo, porque nos echamos para atrás, porque no tuvimos suficiente malicia, porque Herrera hizo un cambió que no debió hacer, porque no sabemos ganar, porque no teníamos un equipo sólido, por pendejos.
Los que saben dicen que el fútbol es así. Y yo pienso que hasta que no tengamos un equipo 100% ganador y haya revisión de jugadas como en otros muchos deportes, porque no quieren que “pierde la magia” y otra zarta de mamadas que se han dicho, el fútbol estará lleno de injusticias y jugadas mañosas como las que hemos visto en este torneo y equipos que no merecían ganar, seguirán avanzando. Así que, siendo uno de los pocos mexicanos a los que no les gusta el fútbol, reitero mi pensamiento que desde hace mucho expreso y hago una pregunta inocente: ¿Y si mejor repartimos nuestra inversión deportiva en otras disciplinas? digo, para repartir la frustración y/o tener más felicidades ¿aunque sean más chiquitas? En marcha somos buenos y no hay inversión alguna, en box, en tiro con arco, en tae kwon do, en clavados. Allí está Paola Longoria quien, sin mucho dinero invertido, es la jugadora de raquetball número uno del mundo desde hace más de 4 años.
Ella no tiene pretextos. Y nadie sabe de su existencia. No sabiendo NADA de fútbol, supongo que no se le invierte a estos deportes porque no mueven ni la cantidad de gente, ni de dinero, ergo ni de negocio que mueve el fútbol. ¿Será eso? ¿Que el fútbol es sólo un buen negocio? ¿Entonces, contradiciendo mi pregunta anterior, no convendría que de verdad fuéramos los más chingones, para que el negocio fuera espectacular? ¿Qué buscáramos entre cien millones de mexicanos a 22 genios? Se imaginan marcas, federaciones, gobierno, la cantidad de dinero que les llegaría si fuéramos un equipo imbatible? Y claro, la publicidad funciona, porque como todas las marcas y los medios se encargaron de crearle al equipo la mística maravillosa y los vistió de héroes esperanzadores y salvadores de la Nación, ahora que perdieron, los recibimos como héroes, sin importar que hayan hecho EL MISMO PAPEL DE SIEMPRE.
Bueno, pero eso sí, somos los más felices del mundial, (no sé por qué) por eso nos van a extrañar. Por nuestra alegría, nuestras pedas, nuestras porras, nuestra picardía, nuestro ¡puto! Perdimos, pero eso sí, estamos bien orgullosos por ¿el buen papel que hicimos? Seguimos teniendo el complejo de Chabelo. Ese que, aunque el niño pierda el concurso, Chabelo, presionado por la audiencia, le da su premio de consolación. No, no y no. Perder es perder.
Hoy no tenemos un equipo capaz de avanzar más allá de la primera ronda. Simplemente, no se tiene el nivel. Estoy emputado porque siempre es la misma historia. El fútbol se acabó. Afortunadamente, tengo a Wimbledon, donde no hay ningún mexicano compitiendo, (desafortunadamente) donde no hay clavados, donde hay repeticiones para ver si la bola fue dentro o fuera, donde no se culpa ni a la afición, ni al entrenador, ni al clima, ni al juez, ni a nada por el desempeño. Simplemente se dice: hoy, el contrincante fue superior y perdí (si no me creen, pregúntenle a Rafael Nadal). Ni hablar. No me gusta el futbol. O tal vez soy un aficionado de clóset y me caga que siempre nos quedemos igual. Hagamos lo que hagamos. Perdimos. Pero eso sí ganamos 24 leones en Cannes.
Comentarios