George Lucas, una de las mentes más brillantes y creativas de la historia, con su gran y espectacular saga, la Guerra de las Galaxias, nos ha dado una lección de poder creer que se puede crear. Que la innovación no solo es una palabra bonita que las grandes CEOs están usando para motivar a sus trabajadores, y presumir estar por encima de su competencia, ¨al menos frente a una junta directiva¨. George, al igual que Julio Vernet, en su tiempo estuvo totalmente anacrónico a los acontecimientos que lo envergaban. Para los 60, cuando la humanidad soñaba con pisar la luna, este amate de los autos ya visualizaba los autos deslizadores, algo que hoy en día vemos lejano pero muchos de nosotros soñamos con poder conducir (o pilotear). A su vez, para esta década la sociedad veía una gran evolución en dos de los medios de comunicación más poderoso de la historia; la televisión dio vida a la TV a color, los grandes radios se vieron relegados al hogar por sus hermanos menores los radios de transistores. Hace poco leí en la columna de Al Ries que la primera pregunto que las marcas se deben hacer es ¿qué podemos hacer sin él? Algo muy parecido a lo que Chan Kim en su Betseller ¨La estrategia del océano azul¨ nos explica con su famoso cuadro estratégico y su matriz eliminar, incrementar, reducir y crear. Donde nos invita a evaluar los distintos factores que componen el estatus quo de nuestro mercado, pero que no por ende (porque siempre han estado allí) son leyes absolutas, o dogmas irrompibles. Por el contrario, son limites que nos incentivan a usar nuestra imaginación para evadirlos, ampliarlos o simplemente salirnos de ellos, algo muy verosímil a lo que sucede con los emigrantes ilegales y sus coyotes, que siempre están dispuestos a todo con tal de conseguir su objetivo. George Lucas nos dejó un gran legado que hasta el momento solo los científicos han sabido sacar provecho. Pues aun nuestras mentes están atrapadas en el presente, donde ya todo está hecho, ya todo fue inventado, en parte por culpa de la escuela. Hemos perdido nuestra capacidad de reinventarnos y reinventar las cosas. Cuando en los 70 McDonald estaba perdiendo su popularidad, a uno de sus concesionarios se le ocurrió la gran idea de crear una hamburguesa más grande, una idea que rallaba mucho con la rígida forma en la que Ray Kroc entendía que se debía manejar el negocio, pero que dio vida al producto más exitoso de esta magnífica marca, la famosa Big Mac. La innovación no es cuestión de investigación como muchos creemos, la innovación es producto de la pasión y la creatividad que la humanidad le imprime a las cosas que le gustan.
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