«entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem», esta es la famosa Navaja de Ockham, también conocida como Principio de Economía o Parsimonia, un simple concepto según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja. Cualquier decisión que tomemos puede ser supeditada al filo de la Navaja de Ockham lo que nos permitirá acceder a una solución en el menor tiempo posible, siendo así eficientes y profesionales. Sin embargo hoy en día parece que la eficiencia y optimización del tiempo en el tejido empresarial ha quedado escrita sólo en papel en más casos de los necesarios, papel que todo lo admite, porque existe una brecha muy real entre lo planteado y lo ejecutado en cuanto a tratamiento del tiempo se refiere. El tiempo es una verdad universal, al menos mientras tenemos los pies anclados a tierra o viajamos a velocidades alejadas a la de la luz. Una hora son sesenta minutos aquí y allá y muy a pesar nuestro somos nosotros los que fluimos sobre él y no viceversa. Nos creemos los dueños del tiempo cuando es él quien juega con nosotros viéndonos pasar por encima de él sin inmutarse. El tiempo ni se gana ni se pierde, ni nos falta ni nos sobra, ni siquiera se gestiona y ese carácter de relativo en velocidad de paso dependiendo de lo que estemos haciendo es sólo una sensación forjada por nuestros sentidos. Es obvio que no “duran” lo mismo dos horas en el cine que en un examen. En realidad somos nosotros los que no sabemos navegar por él. De lo que sí somos capaces los seres humanos, o al menos algunos, es de organizarnos mejor para utilizar hacer una tarea en un intervalo de tiempo menor lo que nos deja, dentro de ese intervalo temporal y por pura matemática, un “trozo de tiempo” que podemos dedicar a hacer otras cosas. Pero para ello debemos ser capaces de optimizar, de base, la tarea a realizar buscando reducirla al máximo en tiempo dedicado siempre que cumpla su objetivo, y para ello podemos adherirnos la Navaja de Ockham. Porque la realidad del día a día nos enfrenta, aunque parezca surrealista, a un porcentaje demasiado elevado de personas y profesionales con las que nos relacionamos a diario que tienen una tendencia patológica a complicar las cosas. Son personas que sufren una especie de síndrome que les impide actuar bajo los preceptos de Ockham, unos por desconocimiento y otros por miedo a que, trabajando de otra forma, sean vistos como diferentes por el resto de compañeros. Porque seamos serios y honestos con nosotros mismos, cómo es posible que un país entero haga más horas que ningún otro país de su continente y a la vez sea el que menos produzca de dicho continente?. Es hora de dejar de aparentar, que la incompetencia nos está consumiendo. Y no es válida la excusa que la Navaja de Ockham es complicada, ejemplos los hay a diario y en cantidad, sólo es practicar un modelo mental y abonarse a él. “Si un bosque arde es más probable que alguien le haya prendido fuego que no que un láser lo haya provocado. Y si el láser proviene de una nave alienígena es aún mucho menos probable aparte de poco posible”. Ejemplos como éste dan muestra de la sencillez de uso cognitivo y de la inestimable ayuda que puede suponer en la toma de decisiones, sólo tenemos que adoptar esa forma de pensamiento orientado a lo simple y conseguir automatizarla para optimizar nuestra gestión de tareas en tiempos concretos. Y debemos alejarnos de la fauna que critica y reniega de la Navaja de Ockham, debemos protegernos de esos “complicadores” que proponen vías complejas e inmediatas sin análisis previo alguno de las vías sencillas. Debemos ser fieles a los principios de la parsimonia en un mundo extremamente acelerado y hacer caso a Guillermo de Ockham: si una tarea que no depende sólo de nosotros se ha dimensionado excesivamente en el tiempo y no ha dado los resultados esperados es mucho más probable que haya sido malversada por un «complicador» que la propia dificultad de la tarea haya provocado su falta de eficiencia final.
Autor
Inquieto cultivador de las emociones como medio de vida en el plano personal y profesional. Amante y usuario de la creatividad como sustrato de crecimiento. Defensor del pensar por ser la mejor forma de entender lo que queremos decir. Apasionado del pádel, del dibujo y de la escritura. Propenso a las personas, diseñador de conversaciones inteligentes y enamorado e incondicional admirador de su hijo.
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