No es un tópico, ni una ilusión, ni un error de apreciación, es una realidad manifiesta, demostrable y muy sedimentada, por desgracia, en nuestro entorno socio-empresarial: no podemos equivocarnos. Es así de real. El que se equivoca es etiquetado de inmediato como dudoso en lo que hace. El que se alinea con el que se equivoca, defendiendo la libertad de poder hacerlo, es peor considerado que él, visto como cómplice del error y tildado oficialmente como sospechoso profesional. Y el que recrimina gratuitamente al responsable del error es elevado a los altares de la gloria como “genio” de la percepción. Destaco al anunciador como el que recrimina el error, no me refiero al que lo detecta en positivo ni al que lo analiza, ni siquiera al que ayuda a resolverlo, me refiero a ese ser siempre cercano, siempre al acecho, con dotes de cazador pero temple de perdedor que piensa que parte importante de su jornada profesional pasa por cubrir sus carencias revelando los errores de los demás sin aportar jamás nada positivo. Son personajes que viven de los fallos de los demás y que no ha superado su época de “chivato del cole” cuando se acusaba sólo por regocijo propio. Johann Wolfgang von Goethe dijo «si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia», pero claro, quién fue Goethe para estos seres impresentables?. Pero no hagamos mala sangre, no pensemos que todo es negativo ni que lo negativo es malo y deba esconderse, simplemente estemos muy atentos y no dudemos jamás de la existencia de esos seres porque siempre están ahí, buscando la forma de desprestigiarnos como método para destacar. Acreditarse a uno mismo usando el descrédito del compañero es, aunque lamentable e ineficiente, una práctica muy extendida y arraigada. Sin embargo y siendo más estrictos en el desarrollo de la idea, destacar que el sentido real del problema es que el error está muy mal visto en nuestro marco socio-empresarial sea cual sea la óptica desde la que se observa siendo, por desgracia, un tema cultural. En EEUU el primer día de clase y nada más llegar, el profesor solicita si hay alguna pregunta, levantando la mano el 70% del alumnado. Y lo hacen porque no tienen miedo al error, a equivocarse o a decir algo que pueda parecer absurdo a priori. Alguien se atrevería en nuestro país a levantar la mano los 5 primeros minutos de clase?. La evolución y la revolución basan su proactividad y ejecución en el análisis y solución del error, por contra a la involución se llega escondiéndolo. Pero aunque los tiempos que vivimos demandan cualquier cosa menos involución seguimos tendiendo de forma preocupante a esconder el error para no ser cazados y que pueda ser puesta en duda nuestra capacidad. Pero sin duda lo que agrava seriamente este entorno destructivo es que alguien se crea en posesión de un inexistente “derecho a prohibir equivocarse”. No importa que sea el gerente, el dueño de la empresa o el jefe de departamento, ser intrusivos en nuestro libre albedrío a ese nivel, ese prohibir hacer es absurdo y si además ese alguien piensa seriamente que está dotado de ese “derecho” para impugnar que nos hayamos equivocado es él mismo quién está ejerciendo el derecho al error, que éste sí existe. Es humanamente ridículo y de mentes mediocres pensar que no podemos, o incluso no debemos equivocarnos cuando necesitamos el error para crecer y desarrollarnos. Y la explicación que ampara la solución es simple: responsabilidad. Quien no es capaz de reconocer un error es porque no tiene la responsabilidad de asumirlo y carece de cualquier iniciativa en rectificarlo, debiendo tener este aspecto muy en cuenta en el desarrollo de nuestra faceta profesional y en el de nuestras empresas y negocios. Claro que podemos equivocarnos !!!. Dejemos de temer al error, adquiramos responsabilidad sobre lo que hacemos como soporte de coherencia con nosotros mismos como persona y profesional, estemos siempre en la línea del cambio y la mejora continua y, sobre todo, apelemos a la fórmula de aportar soluciones en lugar de criticar los errores. Y tengamos la tranquilidad y seguridad que la asunción de responsabilidad y la capacidad de rectificación conlleva la casi total condena al ostracismo de los seres antes citados por quedarse sin los escasísimos recursos que tienen. El resto de condena es suya propia simplemente por ser como son. Si esta mañana nos equivocamos y esta tarde encontramos la solución apelando a la responsabilidad de habernos equivocado, mañana seremos mejores de lo que éramos hoy.
Autor
Inquieto cultivador de las emociones como medio de vida en el plano personal y profesional. Amante y usuario de la creatividad como sustrato de crecimiento. Defensor del pensar por ser la mejor forma de entender lo que queremos decir. Apasionado del pádel, del dibujo y de la escritura. Propenso a las personas, diseñador de conversaciones inteligentes y enamorado e incondicional admirador de su hijo.
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