Todos tenemos una zona de confort, la nuestra, diseñada por nosotros para nosotros. Somos expertos en ella y celosos guardianes de la misma ya que allí nos encontramos tranquilos y protegidos. Y somos férreos defensores de la misma, evitando que la invadan o que nos saquen de allí. Como seres humanos que somos tenemos una fuerte tendencia a acomodarnos, de ahí la facilidad para crear una zona de confort. En muchas ocasiones pensamos que la comodidad nos aportará seguridad, de ahí que nos aferremos con ímpetu a nuestra zona de confort. Pero comodidad y seguridad no es lo mismo, la realidad es otra. Si nos adentramos en el mundo de la empresa, un mundo azotado por la crisis, los recortes, la dificultad de vender y la carencia de estrategias comerciales y de gestión profesional interna, apreciamos que muchos de los profesionales que han menguado su rendimiento de forma notable es porque han decidido quedarse a vivir profesionalmente en su zona de confort pensando que esa es la mejor forma de no perder el trabajo. Detengámonos en esa sentencia “la mejor forma de no perder el trabajo”. De base el concepto ya es erróneo. Los profesionales no deben luchar por no perder su trabajo sino por enriquecerlo y potenciarlo. La mejor estrategia para llegar a la cima de una montaña es elegir el mejor camino posible y extremar el cuidado en recorrerlo. De igual forma, un profesional debe buscar su excelencia para conseguir sus cimas. Y ¿qué pasa con el miedo?. Pues qué va a pasar, que está ahí, omnipresente, desde que el mundo es mundo. Nos ayudó a sobrevivir en la época de las cavernas y nos ayuda en situaciones de quebranto vital, pero sacado de su contexto y en el ámbito de empresa, nos conduce a la “muerte profesional” si dejamos que se arraigue. De ahí la inercia, cada vez mayor, a permanecer en la zona de confort. El miedo profesional y la zona de confort tienen mucho que ver ya que, cuando tenemos miedo solemos buscar lugares donde estemos protegidos. Tenemos miedo cuando no somos capaces de vencer una amenaza y lo perdemos la primera vez que la vencemos. Vivimos en un mundo donde el sustrato cognitivo del tejido empresarial avanza muy rápido, donde la tecnología e Internet son capaces de modificar en 5 años lo que no cambió en 50 y donde cualquier persona en edad activa debe ser capaz de acometer esos cambios para seguir desarrollando su profesión. Dudar de nuestras capacidades para asirnos a un vagón de ese tren es, para muchos profesionales, una amenaza que no pueden vencer. Ello les induce miedo y al instante empiezan a buscar protección y consuelo en su zona de confort. Este es un proceso real y testado infinidad de veces. Es una secuencia de acontecimientos que debe ser acometida de inmediato por el profesional que lo padece y por la empresa que confía en ese profesional. Es una cadena donde cada eslabón es de urgente tratamiento si no queremos perder al profesional y a la persona. Uno de los cambios de paradigma necesarios en la empresa para enfilar una recuperación real pasa por saber la posición exacta de cada profesional en ella. Hay que analizar su zona de confort, detectar el miedo, erosionar su superficie hasta hallar su causa, definirla y transparentarla para convertir ese miedo en respeto, lo que mostrará a la persona como potencial nuevo profesional al entender qué tiene entre manos. Y al referirnos al profesional de la empresa los referenciamos a todos porque el enquistamiento profesional es, en muchas ocasiones, directamente proporcional a la elevación del cargo ostentado. En estos casos, la zona de confort es más intensa, si cabe, al incrementarse la responsabilidad. Éste es un claro ejemplo de amurallado de la zona de confort para evitar intromisiones. ¿Cuántos profesionales han visto menguadas sus capacidades por un superior temeroso de perder su puesto en favor de un profesional más capacitado? Y ello con independencia de si el riesgo es real por capacitación o ficticio por miedo, ya que al final, el resultado suele ser el mismo. Los tiempos nos presionan para ser mejores. Las situaciones de crisis traen cambios por definición, así evolucionaron las especies y así evolucionan las empresas y los mercados. Siendo fieles a Darwin, no queramos ser los más fuertes acordonando nuestra zona de control con minas y vallas electrificadas, adaptémonos a los cambios porque así, no sólo seremos mejores profesionales sino que perderemos el miedo y le daremos a nuestra zona de confort la importancia justa que debe tener.
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