En marketing, publicidad y desarrollo humano se busca exactamente lo mismo: ‘conectar’ con las personas para conmoverlas y convencerlas acerca de una idea particular. Sin importar si lo que se busca es que compren un detergente, viajen a un destino o cambien sus conductas, es importante construir un puente que nos ayude a entrar en su mundo interior para participar en su toma de decisiones. El puente del que hablo es la comunicación, entendida como un diálogo entre el cliente y nosotros para un mejor conocimiento mutuo. No se trata de bombardearlo con nuestro discurso de halagos, ventajas y pretensiones sino de escuchar y hablar, de comprender: qué quiere, cómo, cuándo y dónde. Una vez que nuestro cliente se siente escuchado y comprendido es posible que empiece a confiar en nosotros, ahí empieza la influencia. Que nuestras sugerencias y palabras tengan valor suficiente para ser consideradas y aplicadas por el cliente nos permite tomar parte activa en sus elecciones y volvernos un referente para él. ¿Acaso nosotros mismos no pedimos opinión, antes de decidir, a personas cuyo criterio respetamos? ¡Exacto! Esa es la clase de relación que necesitamos construir con nuestros clientes, siempre. Hay un paso más allá en este asunto de la relación con nuestros clientes. Es la frontera que todo mercadólogo, publicista y coach/conferencista/terapeuta busca alcanzar: que el cliente pase de las ideas a las acciones. Cuando conseguimos ser una referencia y un impulsor de acciones específicas para nuestro cliente hemos establecido con él una interacción que, dependiendo de la frecuencia con que suceda, se convierte en un lazo de compromiso o engagement. Es decir, que nuestro cliente se convierte también en un embajador de marca, en un influenciador a nuestro favor al interior de sus propios círculos sociales, en un promotor de nuestra marca de producto o marca personal. En una persona que se relaciona con nuestra marca a un nivel más profundo que el promedio de clientes que nos conocen y nos siguen en el mundo real y virtual. Sí, se que suena a mucho tiempo y trabajo, sin embargo, un error frecuente en diversos ambientes y, más recientemente, en las marcas presentes en las redes sociales es “creer que la batalla se gana con mera constancia y ocasional originalidad” y es que esas son “estrategias útiles dentro del contexto adecuado, pero insuficientes para ser sus únicas estrategias de influencia”, como lo afirman Dale Carnegie y asociados en su libro ‘Cómo ganar amigos e influir en las personas en la era digital’. Esa clase de error impide que tengan mayor impacto. Admitámoslo, más a menudo de lo que nos gustaría la gente que trabaja en publicidad, marketing y desarrollo humano fracasamos en nuestra intención de ser relevantes en la vida de las personas porque perdemos de vista todo lo anterior y nos enfocamos en buscar negocios cuando lo que debemos buscar son relaciones, porque de eso se tratan la comunicación, la influencia y el engagement. AUTOR Zeida Marcela Suárez F. Apasionada de los temas de desarrollo humano, psicóloga, trainer y speaker, dedicada a ayudar a otros a descubrir y cumplir su misión vital. La música, los libros y los atardeceres son los cómplices perfectos en mi viaje por este mundo lleno de secretos invisibles para los ojos y visibles para el espíritu. Las palabras son mi don y la escritura mi destino. @Zeida_Suarez Imagen cortesía de iStock
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