Si por algo nos caracterizamos los mexicanos, es por la pasión y las ganas que le ponemos a las cosas. Si alguna vez has tenido la oportunidad de vivir o visitar este país, tal vez puedas entender de lo que hablo: nuestras costumbres las seguimos al pie de la letra, la familia es el centro de todas las cosas e incluso el fútbol, vaya que nos lo tomamos en serio. La pasión corre en nuestra sangre desde que nacemos y cuando oímos la palabra México, algo muy dentro de nosotros se enciende como una flama que nunca cede a apagarse. Hoy hablo de México porque finalmente para mí, es el lugar que me ha visto crecer y me gusta llamarle hogar. A pesar de eso, creo que este fenómeno no se aplica únicamente a mi país, sino a todos los que puedas imaginar. La pasión es eso que mueve al ser humano y le da sentido a su vida, por eso creo que en realidad a las personas no nos hace falta esta emoción, sino saber cómo y a qué orientarla. El modelo de vida que hoy llevamos hace que poco a poco, sea más difícil que nos guiemos por eso que nos apasiona y terminemos haciendo las cosas por inercia y porque tenemos qué. Estudiamos una carrera y creemos que con tener un título y acumularnos de conocimientos o libros, tenemos el camino recorrido. Y sí, podemos tener el camino recorrido, pero la pregunta es si realmente lo estás disfrutando o eso marca la diferencia en algo. Un trabajo o estudiar algo para mí es como una receta de cocina por dos simples razones. La primera es, porque si sigues los pasos al pie de la letra, te puedo asegurar que te saldrá bien. Si modificas las porciones o le agregas algo, te arriesgas a que no salga bien y el final sea desastroso. Por otro lado, puede que salga algo aún mejor que la receta de la que te guiaste, por eso siempre he pensado que vale la pena correr ese riesgo, que quedarte con un resultado solamente “bueno”. La segunda razón, es mucho más sencilla y consiste en el sazón. La receta te da los pasos, pero nunca hará que sepa igual el platillo que como lo hace tu mamá o tu abuela, porque eso depende de las ganas y la pasión que le pongas a tu guiso. La vida después de todo, es como un gran lienzo blanco y nosotros tenemos grandes botes de pintura, con diferentes tamaños de pinceles y brochas. Tú tienes la decisión de hacer de este papel una obra de arte, copiar alguna ilustración que ya exista o dejarlo vacío. Desafortunadamente, hoy veo cómo la mayoría termina guiándose del mismo patrón de pintura y apegándose solamente a la receta, creyendo que por seguir algo que ya le funcionó a alguien, a ti también te servirá, cuando en realidad se privan de un mundo de posibilidades que allá fuera tienen. No nos hemos dado cuenta de toda esa pasión que corre en nuestras venas, no hemos visto las grandes cosas que podríamos hacer si la canalizáramos de la misma forma en que la ponemos en el fútbol, en la música que nos gusta o en la persona que nos quita el sueño. Porque el día en que nos percatemos de todas las cosas que podríamos llegar a hacer o que incluso nosotros podemos poner las reglas del juego, ese día sacaremos todo ese potencial que tenemos dentro. Así que sí, nos sobra mucha pasión pero nos faltan agallas, agallas de seguir eso que nos acelera el corazón porque tenemos miedo. Y tenemos miedo, porque muy dentro de nosotros sabemos que al final, las cosas saldrán bien pero nos encantan los pretextos, nos encanta pensar en nosotros como pequeños personajes cuando en realidad, tenemos el potencial para ser gigantes en todo lo que hagamos. Así que abre tus alas, pinta esa gran colorida obra de arte, manda a volar esa receta odiosa y no olvides que en realidad el límite no es el cielo, el límite te lo pones tú. “Caminante no hay camino: se hace camino al andar”. Antonio Machado.
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