En ocasiones las grandes empresas reciben demandas absurdas, con razones de peso para sus demandantes pero que para el sentido común o las empresas no lo son tanto, ¿o sí? De hecho EEUU cuenta con tantas demandas de este tipo que tiene unos premios llamados los Stella Adwords, el origen del nombre de los mismos lo descubriréis más adelante. He recopilado algunas que la verdad me han parecido bastante curiosas. Pantalones y la tintorería El Juez Roy L. Pearson reclamó 67 millones de dólares a los dueños de una tintorería en Washington por haber extraviado sus pantalones favoritos la víspera de su primer día de trabajo. Todo comenzó cuando el juez Pearson, en vísperas de su primera jornada de trabajo como juez administrativo, decidió llevar sus pantalones favoritos a la tintorería de los Chung. Cuando fue a recoger la prenda, ésta no apareció, al principio Pearson pidió 1.150 dólares por los pantalones y la chaqueta a juego, aunque ésta no se extravió. Luego le pareció poco y puso en marcha un despiadado proceso legal. Los Chung le ofrecieron compensarle con 3.000 dólares, más tarde subieron la oferta a 4.600 y finalmente a 12.000. Pearson siempre dijo no. El insaciable juez estudió las leyes vigentes y descubrió que el cartel con la frase “Satisfacción garantizada” que colgaba en la tintorería podía proporcionarle una fortuna. Según las leyes de la capital, interpretadas en su extremo, un cliente que se siente insatisfecho podía reclamar hasta 1,500 dólares ¡al día! Así que el slogan de “Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero” es asegurarse la satisfacción de los clientes y evitar posibles demandas. Tv y la creación de teleadictos Cuántos de nosotros utilizamos la TV para evadirnos, relajarnos, informarnos, etc. Pues esto mismo le ocurría a Timothy Dumouchel de Wisconsin pero de una manera exagerada. Según este ciudadano estadounidense, Charter Communications era la culpable de su adicción al tabaco y al alcohol, del sobrepeso de su mujer y de que sus hijos se hayan convertido en unos “vagos zapeadores”. Según el informe policial, se puso en contacto con la compañía para deshacer el contrato y dejó de pagar las facturas, pero sin embargo siguió recibiendo señal. Insistió a la compañía para que cesara la misma pero no lo conseguía, con lo que decidió trasladar su televisor al sótano, aunque posteriormente lo volvió a instalar en el comedor. Este consumidor, adicto a la TV, reclamó a Charter por sus problemas 4000 dólares, 3 ordenadores o conexión gratis a internet de por vida. John Miller, director local de relaciones públicas de Charter, consideró que no alcanzaban «un nivel médico que pueda probar que fueran adictivos». Por lo que creemos que este litigio no dio a su demandante los frutos esperados. Los seguidores habituales de los Simpsons recordaréis que en uno de los episodios, Hommer se queja de que es la TV la que no le deja acudir a espectáculos culturales, leer libros u optar por otro tipo de entrenamiento. Con el humor ácido de la serie, Hommer afirma «son tantos programas uno tras otro que no hay forma de despegarse». ¿Hasta dónde nos pueden atrapar los contenidos de TV? ¿Es por culpa suya o nuestra? Merv Grazinski se compró una autocaravana. En su primer viaje, circulando por una autovía seleccionó una velocidad de crucero de unos 120 km/h, abandonó el puesto de conductor y se fue a la parte de atrás para prepararse un café, con lo cual el vehículo se salió de la carretera y colisionó teniendo un accidente, al haber abandonado el volante a todos nos parece algo evidente, excepto a Merv y al juez que le dio la razón. Mr.Grazinski denunció a Winnebago por no advertirle en el manual de uso de que efectivamente no se podía hacer eso. Por ello, fue recompensado con 1,750,000 dólares además una caravana nueva. Actualmente, Winnebago advierte de tal circunstancia en sus manuales. ¿No os parece demasiado arriesgado? McDonalds y su “hot coffe” Este caso tuvo mucha repercusión mediática, tanta que hasta la cadena HBO realizó un documental. Stella Liebeck de 79 años de edad, iba de copiloto con su nieto cuando decidieron ir a por un café a un McAuto, después de cogerlo, el nieto decidió aparcar para que su abuela pudiera echarse el azúcar y la crema al café, con lo que la anciana colocó el vaso entre sus rodillas para proceder pero al quitarle la tapa el café se cayó sobre sus pantalones de algodón. El resultado fueron quemaduras de tercer grado, en muslos, nalgas e ingles. El hospital le tuvo que hacer un injerto de piel y por todo este stress causado y el ingreso sufrió una pérdida de peso. Stella intentó llegar a un acuerdo con McDonalds para que se hiciera cargo de los gastos médicos ya que ascendían a unos 20,000 dólares, pero la gran empresa no ofreció más que 800. Por lo que ella decidió llevar a la empresa a juicio. Finalmente el abogado de la anciana logró fundamentar dicha acusación, y un jurado popular determinó el incidente era culpa de McDonalds en un 80% y de la anciana un 20%, con lo que Stella recibió una indemnización compensatoria de 600,000 dólares. Este caso creó un antes y un después en USA, ya que la sociedad norteamericana comenzó a percibir que había demasiadas demandas de este estilo, por lo que las empresas comenzaron a presionar para que se cuantificaran las compensaciones, en ocasiones desorbitadas, que a menudo otorgaban los jueces, con lo cual a partir de ese momento se aprobaron unos topes por parte de las grandes empresas a particulares con demandas absurdas. Si queréis ver el documental, aquí os dejo el enlace. ¿Qué os parece este caso? Espero que os hayáis quedado tan sorprendidos como yo con todos estos casos curiosos y no perdáis detalle de cada momento publicitario o de cada letra pequeña, ya que nunca se sabe dónde podremos encontrar un pequeño/gran tesoro 😉
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