¿Por qué no nos entendemos? Muchas son las posibles respuestas a esa pregunta y en un mundo conectado donde la información es valor y la comunicación esencial, no entenderse es uno de los problemas más relevantes y que mayor perjuicio crea en la empresa pero a la vez, uno de los más miméticos y difíciles de acometer. Quizás por eso no le prestamos atención o lo llevamos tan internalizado que no entendemos la falta de entendimiento como una causa. Todos los problemas de la civilización vienen por la falta de entendimiento desde que el hombre es hombre y no parece que por muchos medios que tengamos que lo favorezcan, las cosas vayan a cambiar. ¿Quizás van a peor? Internet es el gran medio aunque su privacidad hace que cualquiera pueda escribir cualquier cosa. El uso de la palabra es la civilización en sí y una de los aspectos que nos diferencian de los demás seres vivos. Ni siquiera los loros hablan ya que para ello hay que poseer cuerdas vocales y ese no es el caso de nuestros graciosos amigos que se limitan, aunque de forma muy cuidada, eso sí, a imitar sonidos. Tener puntos de vista diferentes es normal, lo que no debería serlo es huir del consenso como ocurre en más ocasiones de las buscadas. Es probable que el respeto sea otra de las causas, o la falta de él para ser más exactos, que nos conduce a la indiferencia con la persona referida. Y la autoconfianza desmesurada sin referente cierto en la realidad de uno mismo o la prepotencia irracional van sumando razones a una larga lista de ellas. Pero hoy me quedo con tres causas por quedarme con un número impar, tres situaciones muy reales, verificadas y cuantificables que muchos cultivan y muchos otros sufrimos: 1.- Nos gusta aprender pero no nos gusta que nos enseñen. ¿Así escrito es curioso de leer, verdad? Parece incongruente pero en absoluto lo es. El gusto por aprender no siempre casa con el gusto por ser enseñado. Si alguno de vosotros, lectores, se ha dedicado al mundo de la formación habréis vivido situaciones donde hay personas que acuden a módulos formativos y no dejan de dar por entendido que a ellos no tienen que enseñarles nada. Esas situaciones provienen, probablemente, de una falta de conocimiento real sobre la materia unido a una necesidad de destacar en un entorno compartido. Obviamente esa mezcla es explosiva pese al desconocimiento del autor y no es asimila convivir con alguien versado en la materia tratada. 2.- Nos gusta hablar pero no nos gusta escuchar. Siempre se ha dicho que la naturaleza es sabia porque nos dio una boca y dos oídos teniendo así el doble de herramientas para escuchar que para hablar. Pero para muchos no es así y cada día más se estilan las personas que no saben escuchar. Y lo transparentan sin posibilidad alguna de evitarlo. Son esas personas que cuando hablas con ellas sus ojos te indican que no te están escuchando sino que usan tu intervención en pensar qué contestarte. Es posible que no tengan capacidad natural de conversar, que no les interese lo que les cuentas o que quieran desviarte a su terreno aunque salga de matriz. En cualquier caso, al perder parte importante de lo dicho por pensar en lo qué decir, las conversaciones pierden su esencia y suelen derivar en extraños cruces de palabras sin faro en el acantilado. 3.- Navegamos en un mar de falaces. Estos últimos años se ha puesto muy de moda hablar de todo aunque no se tenga conciencia ni conocimiento de ese todo. Y todo gracias a que está muy de moda el “no pasa nada”, esa situación en la que, más allá del ridículo que uno pueda hacer, no pasa nada. Ello permite hablar contra viento y marea arrastrando desperdicios que son usados como medio para manipular a los demás. Cuando esta combinación se da nos hallamos ante una especie en vías de desarrollo que puede inducir a extinción, al menos de su círculo más próximo, de los que aún poseen una estructura mental donde la coherencia y el buen pensar predominan. Estas personas piensan que hablar mucho, rápido y en ocasiones en volumen elevado es la forma de conseguir aprobación. Y si no lo piensan muestran indiferencia al no reducir ninguna de las citadas características. Los canales de comunicación deben ser limpios y seguros. La información empresarial es el material con el que se hacen los sueños y las empresas necesitan que la comunicación interna y externa sea clara, exacta, mesurada y de valor para que los engranajes no chirríen y sus sueños se conviertan en productos y servicios. No entendernos no debería una opción aunque sea una tendencia y sólo los seres humanos, bien parlantes y mal oyentes, podemos inducir a cambio esa tendencia. Siempre hay que cuidar lo que se escribe pero también lo que se dice.
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