Conocido refrán español y que le jugó una mala pasada a J.R.R. Tolkien cuando acuño su frase “No todo lo que es oro reluce” en La Comunidad del Anillo, el primero de los dos tomos de El Señor de los Anillos y que al traducirla apelando al refrán, cambió por completo el significado metafórico que Tolkien quería transmitir. Y todo porque el refranero es más próximo al lector que un texto literalmente traducido. Este es un claro ejemplo de que las cosas no siempre son lo que parecen, y en esta ocasión la prueba fue por partida doble. Las empresas son cúmulos de personas (profesionales) que acuden a ellas con la intención de ejercer una labor que les reporte rendimiento económico a final de mes. Esta podría ser una de las muchas definiciones que justificarían el ir a trabajar a diario. Pero en muchas ocasiones la percepción se aleja y cambia. Hay personas que piensan que ir a trabajar es una obligación cuando la crisis se ha encargado de hacernos ver que en realidad es un regalo. Aun así muchas personas, que por suerte suya no han sufrido la crisis asfixiante que nos sigue azotando porque han tenido la suerte de mantener el puesto, siguen con los mismos vicios y resquemores que hace 15 años sin percibir la suerte que tienen. Por ello seguimos encontrando trabajadores mediocres y personas ingratas que no justifican siquiera lo que cobran a final de mes, que creen que cobran para trabajar cuando en realidad trabajan para cobrar. Un curioso punto de vista, sin importancia a priori, pero de enorme repercusión si se adquiere como norma. Son personas que reniegan de cualquier mínimo incremento de trabajo aunque ello les lleve sólo hasta el límite básico de lo que les demanda su puesto. Y son personas que por regla general, cuando son despedidas por motivos varios, ningunean y vilipendian al empresario y empresa por no haber sabido apreciar “sus valores”. Todos conocemos a más de uno. ¿A quién no le gustaría tener el Anillo para desaparecer cuando se les ve acercarse? Porque hay que ser digno con el mundo, con lo que nos aporta y con lo que debemos aportarle. Hay que ser, hacer y tener para ser un ser humano en condiciones, y siempre es ese orden. Y hay que apreciar, al tenerlo, lo que nos generará añoranza al perderlo. La empresa nos acoge más horas que nuestro propio hogar, al menos en estado consciente. Es un lugar donde convivir y donde vivir con. Es una zona donde desarrollar nuestras cualidades para ser mejores profesionales día a día y donde mejorar para potenciar nuestras cualidades. Es ese lugar donde contrasta, cual polos opuestos de un imán, la actitud del último día de mes con la del primero del mes siguiente. Pero además de todo ello hay que trabajar y hay que hacerlo bien. El confundir ir a trabajar con ir al trabajo es uno de los azotes de muchas empresas, donde el cesto de manzanas con la famosa podrida, queda alejado en grado de podredumbre, cuando una actitud desencajada puede convertir un cesto en un entorno hostil. Por ello debemos ser, hacer y tener. Si vemos un brillo en el suelo no pensemos que es oro, acerquémonos, indaguemos y esperemos a ver qué conclusiones sacamos. No vamos a trabajar para hacer amigos, aunque algunos quieran ser amigos nuestros. No debemos nada a nadie aunque algunos nos pidan deuda. Ni somos mejores que nadie aunque algunos insistan en que son mejores que nosotros. Trabajar es producir para la empresa y debemos dar gracias por ello. Trabajar es crecer como profesional y persona y debemos sentirnos honrados por ello. Trabajar es crear entornos relacionales que induzcan beneficio para la empresa y, en consecuencia, para todos los implicados. Y no, no será oro todo lo que reluzca pero ¿no somos felices todo el tiempo que pensamos que sí es oro? ¿No jugamos a la lotería pensando con firmeza que ganaremos cuando en realidad la probabilidad es tan insignificante que no queremos ni oír hablar de ella? Por ello es esencial no confundir ilusión con expectativas, no queramos vivir ocho horas a diario en el trabajo sin el mínimo atisbo de problema y que cuando éste asome, derrumbe los pilares de nuestro modo de trabajar. Por ello es relevante apreciar lo bueno y luchar por reconvertir lo malo porque la oportunidad que se nos ofrece a diario de poder demostrar nuestras capacidades aportando valor a la empresa, es algo de lo que actualmente carece millones de personas sólo en nuestro país. Y por ello es necesario diferenciar el oro de lo demás que brilla, entender que no siempre está a la vista y que debemos escarbar y tamizar mucho para encontrarlo hasta que podamos construir ese Anillo que nos permita ser invisibles y ver las cosas desde una perspectiva que nos aporte tranquilidad y lucidez para ir a trabajar, como no, al día siguiente.
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