¿Por qué muchos profesionales se sienten estancados en la empresa? ¿Qué hace que no se sientan motivados por su trabajo ni por la empresa en la que están? ¿Culpa de la empresa o culpa del profesional? ¿Culpa de ambos o no hay culpa? Cuando nos estancamos, empezamos a sentir desidia e incomodidad por el día a día y nuestra productividad mengua hasta que el ambiente se hace difícil de respirar. Sin embargo hay trabajadores, y no pocos para desventura del tejido empresarial, que han adquirido la capacidad adaptativa de mimetizarse convirtiéndose en eficientes expertos del camuflaje, con el objetivo de sobrevivir en la empresa por encima de cualquier catástrofe natural del ecosistema de negocio pero sin aportar nada en su defensa. En la naturaleza y hablando en tiempos del reloj generacional, siempre que un animal ha desarrollado la característica de parecer lo que no es gracias al camuflaje, es por dos motivos: para cazar o para evitar ser cazado. En ambos casos utiliza el engaño para su propio beneficio en pos de la supervivencia, que en el reino animal, es la premisa principal y el sentido de las especies. Darwin fue quien postuló que los individuos que sobreviven no son los más fuertes sino los que mejor se adaptan al medio, de ahí la selección natural como estrategia de diversificación de especies y potenciación del genoma con sus correspondientes mutaciones que inducen a evolución. En la naturaleza, los animales se camuflan para adaptarse mejor al medio. En la empresa, los estancados se camuflan para que no les echen del medio. La proactividad debe, o debería ser, una de las premisas de cabecera de cualquier persona que quiere honrar su etiqueta de profesional en una empresa. Ir al trabajo no es lo mismo que ir a trabajar, aportar ideas con intención no es lo mismo que importarlas con otra intención, dedicarte a lo tuyo no es dejar de dedicarte a lo de los demás. ¿Por qué hay tanto descontento en la empresa? ¿Qué hace que nos estanquemos?: 1.- NO DAMOS LA TALLA. Empecemos por entonar el mea culpa que siempre es más digno que culpar al resto del mundo. No todos servimos para todo y en ocasiones, no dar la talla no se relaciona con las capacidades propias. Muchos de los que estudiaron para una disciplina han acabado lejos de ella y todos los que no saben a qué dedicarse trabajan igualmente por necesidad. Por tanto el no encajar en la empresa por no dar la talla es un problema de amplio espectro que provoca estancamiento. 2.- LA EMPRESA NO NOS VALORA. O se encarga de ello nuestro responsable de área o departamento. En muchas ocasiones, los responsables de decidir tienden a hacerlo sin consultar, pensando que son capaces para ello. De ahí derivan una vez activados, los proyectos, y contratadas las personas, los entredichos de nuestras capacidades o un quebranto de la planificación para la que fuimos contratados al no tener la base de certeza conceptual que se prometía. Aquí es donde nuestro escenario de trabajo se transforma en algo que no casa con lo prometido y que no nos permite desarrollar nuestro talento. Lo más grave es que acabamos siendo nosotros los incapaces por asunción de una realidad inexistente por parte de los mandos, porque el cambio de dinámica hace que nos estanquemos. 3.- EL MIEDO AL MÁS CAPAZ. Es el caso contrario. Cuando se visualizan y entienden nuestras capacidades y nuestro superior en la jerarquía, haciendo honor al Principio de Peter al haber escalado a su nivel de incompetencia, nos ve como una amenaza en lugar de entender que somos el complemento ideal a sus funciones y que podemos aportar parte de lo que será su éxito como ejecutivo. Pero ese miedo, del que hay mucho más del que nos gustaría reconocer, incide sobre nuestro momento profesional y nos frustra haciendo que no avancemos. 4.- MI ENTORNO ES TÓXICO. Así de claro y traslúcido. Muchos viven del cuento y son verdaderos expertos en gestionarlo. Vendedores de humo de todos los colores, eficientes canalizadores de culpa hacia los compañeros, rellenadores de agendas justificativas y no argumentativas, contadores de cuentos en el límite de la realidad o trabajadores sincronizados con la presencia o ausencia del jefe. Todos son lacras que convierten la charca en un ecosistema tóxico en el que nadar sin coger algo malo es casi imposible. ¿Salida? Nadar cada vez menos hasta dejar de hacerlo. ¿Tenemos el antídoto al estancamiento? ¿Aportan esas situaciones algo de luz sobre el origen del problema? ¿Somos conscientes que nuestro punto es el 1 o estamos sometidos a alguno de los otros 3? Lo que está claro es que hay que intervenir con ímpetu sobre estas situaciones porque llevan lustros enquistadas en la empresa y ni la crisis que aún estamos sufriendo ha sido capaz de dotar al profesional de un punto de vista o una necesidad funcional que le permita huir de ellas o evitarlas, dependiendo de qué posición ostente en el ecosistema. La empresa debe ir hacia delante y cualquier situación que la frene debe ser acometida de inmediato porque hoy día, detenerse es ir hacia atrás, por la velocidad del mercado de demanda y por la intensidad competitiva de las empresas del sector en que estemos. Si nuestro modelo profesional o el de nuestra empresa no se orienta a las competencias, es muy probable que vivamos situaciones como las anteriores. Cuando comemos nueces rancias, las devolvemos de inmediato a la tienda. ¿Por qué entonces tenemos que tragar situaciones rancias en la empresa? Las capacidades y el sentido común van de la mano, son una dicotomía irrenunciable e ineludible que debe ser convertida en binomio escriturado en la empresa si queremos prosperar. Cuando cambia una base nitrogenada en una cadena de ADN se produce una mutación y esa especie cambia para siempre, y siempre para mejor. Cambiar en nuestra empresa no es tan químicamente complicado ni intrincado, ¿a qué esperamos para evitar el estancamiento?
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