La facultad de crear es intrínseca al ser humano. Nuestro cerebro es como una gran red social –¡perdón neurobiólogos por la blasfemia!– donde las neuronas se mueven, dialogan entre sí generando nuevas conversaciones e ideas. Una idea en nuestra cabeza es fruto del choque, de la conversación de una red neuronas conectadas entre sí. Si la conversación es habitual, la idea será remanida, normal y con síntomas de pensamiento reproductivo. Pero, si el dialogo, el choque de neuronas provoca una nueva conversación, un punto de vista diferente, estaremos en presencia de una idea. Un punto a favor para la creatividad. Las empresas innovadoras no son aquellas a las que se les ocurre algo una vez y luego se dedican a descansar o, como se dice, dormirse en los laureles. Las empresas innovadoras son aquellas que tienen la capacidad para generar, desarrollar e implementar ideas sin cesar; con distintos grados de innovación, pero con la firme voluntad de estar en movimiento. La diferencia es el trabajo: el esfuerzo, la continuidad y el entrenamiento constante de la creatividad. La creatividad es una actitud que se va cocinando con el tiempo, aplicando recetas, probando ingredientes nuevos, mezclando y, sobre todo, decidiendo y animándose. Si bien las ideas pueden aparecer en cualquier momento, más y mejores resultados se manifestarán cuando más relajados estemos y más propicio sea el escenario. Las ideas están en el corazón de todo proceso creativo, sin embargo, pocas ideas tienen su origen de un momento de inspiración (derribando mitos). Probablemente la idea se geste en un momento ¡AJA!, pero para que funcione, la idea tiene que madurar. No podemos confiar solamente en nuestros momentos de inspiración para conseguir ideas, porque podemos frustrarnos rápidamente o decidir procrastinar. La mayoría de las ideas necesitan ser trabajadas. Una idea comienza a cobrar vida cuando está registrada. Dejar documentada una idea es una muy buena señal. Ustedes pueden usar cualquier método para respaldar una idea: un cuaderno o libreta, un dibujo, una lista, un mapa mental o una grabación de voz en el teléfono. Si cuando tenemos sed, tomamos agua, cuando tengamos una idea, la documentamos. No está bueno confiar en que te vas a acordar más tarde o juzgarla prematuramente como, digamos, una pre-idea. Una idea vale como tal y como materia prima para una nueva idea. El secreto para una buena idea es ser constantes para cocinar a fuego lento el pensamiento hasta llegar a darle forma real. Como las comidas, las ideas pueden ser frías, tibias o calientes. Las ideas frías nos sirven como materia prima para nuevas ideas; son chispazos fruto del pensamiento divergente. Las ideas tibias son una cocina fusión. Un poco más elaboradas que las anteriores, son ideas con las que se puede comenzar a trabajar. Las ideas calientes son pura acción. Queman y piden resolución inmediata. En este punto, el pensamiento convergente tiene mucho que ver. Otro secreto que les comparto: debemos dedicar tiempo en pensar en el problema; formular todas las preguntas necesarias para obtener la misión del problema. Debemos evitar pensar en soluciones cuando aun el problema no está sólido en su formulación. Somos protagonistas de nuestra propia historia; vivirla creativamente es nuestro mayor desafío. Imagen cortesía de iStock
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