Todos, en cierta medida, generamos ideas. No importa si son buenas o malas; cualquier idea se puede pulir para convertirse en “La idea”. Ésta última es aquella que rompe moldes, estándares y paradigmas; es la que hace enloquecer a cualquiera y representa lo mucho que hace falta por recorrer en el campo inmenso de la creatividad. “La idea” es con la que todos soñamos llegar algún día para crear una revolución publicitaria y mercadológica que cambie el rumbo de las “simples ideas”. Las antes mencionadas, son aquellas que están en la zona de confort y que cumplen los objetivos de forma eficaz, mas no de una manera eficiente (que aunque parezca lo mismo, realmente no lo es). No hace falta ser “el Roger Federer de la publicidad”, ni “el Steve Jobs de las ideas”. Es decir, no se trata de inventar el hilo negro para crear “La idea”; únicamente es necesario observar, conocer y querer hacer cosas nuevas. Lo nuevo es excitante, apasionante y nos contagia de un entusiasmo que puede llevar a adquirir perspectivas y percepciones altamente creativas. Cabe mencionar que “La idea” puede ser peligrosa y atemorizante si es que no se está preparado para ella. Puede reprimir, o bien, puede establecer un parteaguas motivacional y disruptivo que desencadene una oleada de creatividad e innovación. Esta idea no solo gana premios en grandes festivales, sino también brinda credibilidad y confianza a aquellos que osan tocar a su puerta; crea imperios, destruye murallas y cruza fronteras. Es sumamente motivador aspirar a generar ideas de dicho calibre, ideas que cambian el rumbo de lo preestablecido y lo socialmente aceptado; esas ideas que realmente generan un impacto positivo en la vida de millones de personas. Atrevámonos a generar nuevas ideas que revolucionen (para bien) la dirección actual de la publicidad. “No entiendo por qué la gente se asusta de las nuevas ideas. A mí me asustan las viejas”. -John Cage Imagen cortesía de iStock
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