Con el avance de las telecomunicaciones, desde el teléfono a la videoconferencia, tenemos la posibilidad de oír y visualizar en la distancia a otro individuo. Un paso más, es poder virtualizar la presencia física y tangible entre un usuario a otro. Es decir, simular la interacción física entre dos individuos separados por la distancia. A esto se le denomina la telepresencia. La telepresencia se usa desde hace tiempo aplicada en la robótica, ordenando acciones que son interpretadas por las máquinas. Un individuo emite una orden que se transforma en señal digital, para ser posteriormente reinterpretada en acciones físicas en el mundo real, dando lugar al manejo remoto de instrumentos con multitud de posibilidades Además de todas las necesidades funcionales que estos avances en telecomunicaciones ofrecen, la trascendencia que supone en la sociedad, implica otro tipo de relaciones entre los usuarios; otras formas de comunicación y de expresión. La publicidad como observadora de insights del contexto social que nos rodea, no ha dejado pasar la oportunidad de trabajar en este medio para solucionar problemas en nombre de alguna marca. Si exploramos ciertas necesidades vitales desde un enfoque de la telepresencia, nos encontraremos con acciones interesantes que logran sorprender al usuario, descubriendo que la distancia en el contexto social se diluye más y más. ¿Hasta qué punto podemos sentir una conexión con una persona y lograr traspasar la frontera tecnológica para que empiece a ser emocional? Cada vez se van sumando más sentidos a parte de la vista o el oído, como la fuerza, el olfato o el tacto. En este mundo en constante evolución, como profesionales de la comunicación, no deberíamos de perder de vista al propio proceso comunicativo. El espacio y la distancia, en un mundo hiperconectado, empieza a ser algo relativo.
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