Ser copy es un oficio muy entretenido y más cuando tienes la posibilidad de escribir para productos y servicios tan variados que debes entrar a cada universo y crear nuevas realidades. Todo es música, cantos de sirenas y multicolores que nos recuerdan lo bello de esta chamba. Hasta que llegan los cambios, se meten con la sintaxis y la redacción es destruida como ciudad en Segunda Guerra Mundial. Entonces ahí sí, todo es un caos. A todos nos pasa, nos pasó y nos pasará; tener un texto más manoseado que trasero en el metro, más descuartizado que la cara de Elva o más, mucho más cambiado que la cara de Michael Jackson. Sí, así de sucio e impactante es ver aquellas hermosas palabras destruidas, mal usadas, profanadas y hasta eliminadas. Pensando en que somos chefs creadores de platillos únicos, el sazón publicitario, ¿de qué depende? ¿Qué cliente merece platillos de fonda y cuáles platillos de cocina fusión? ¿En qué me baso? ¿En presupuestos? ¿En reconocimiento y fama? ¿En posibles premios? Entonces, descubro que no importa, que debemos ser cocineros de la más alta calidad y siempre entregar un plato excepcional. Muchas veces (si no es que casi todas) los clientes hacen un verdadero desastre al momento de ordenar; piden una cosa, la cambian, piden otra, la cambian, quieren un platillo exótico y terminan eligiendo algo tan común que mejor no lo menciono. Entonces, ¿qué hacer en esos momentos en los que la decisión final es hacer una verdadera mezcolanza? Fácil, darle al cliente lo que pide. Sé que darle al cliente lo que pide puede sonar a mediocridad o conformismo, pero no es así, creo firmemente que aún cuando lo que ordenan es un completo sinsentido (ya habiendo superado el lapsus dramático de haber visto destrozada, humillada y ultrajada tu campaña original) ponerle pasión, entregar lo mejor con lo que tenemos, nos da esa “tranquilidad” de sentir que dimos lo mejor, y al ver la campaña al aire, recordaremos con melancolía lo que era en realidad, pero al ver a la señora pasar y sonreír porque le gustó, con eso me doy por bien pagado. ¿O no?
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