Uno de mis propósitos de año nuevo de hace un par de años fue “leer más”. Sí, ya sé. El clásico propósito que nadie cumple y nadie hace y que todos dicen que van a hacer. Pero el año pasado me puse las pilas y logré leer 12 libros, suma que me parecía decente y alcanzable. Empecé a encontrar el tiempo para hacerlo y encontré buenas sorpresas literarias y hoy puedo decir que ya estoy enganchado en la lectura. Este año me propuse aumentar la meta (algo así como el teletón) y me prometí que al menos leería 3 más. El caso es que llevo 21 (que probablemente para quién lee muy cabrón no son nada, pero para mí son muchísimos) y creo que si me esfuerzo un poco puedo acabar en 30. Mi método es muy simple: agarro el libro de un autor que me guste o me recomienden y ese libro me va llevando a algunos autores más. Así, este año inicié con Slawomir Mrozek, al cual recomiendo ampliamente porque es un cagón de risa, con una inteligencia y un humor negro espectacular. Luego seguí con Bohamil Hrabal, un checo medio oscurillo pero que también me entretuvo. Me receté después la obra completa de cuentos del Uruguayo Juan Carlos Onetti; un reto al intelecto y un escritor de surecontraputamadre. Pasé a “Esperando a Godot” de Samuel Beckett que aunque no lo crean, no había leído. Regresé a leer uno más de Mrozek y luego me aventé un salto enorme para leer “After dark” del prolífico y multicriticado escritor japonés Haruki Murakami. En materia de literatura me siento mucho menos capaz de criticar que cuando veo cine. Me parece que alguien que logra escribir un libro y comunicar todas estas emociones, lugares y sensaciones en simples hojitas de papel (sí, sigo leyendo en papel) ya merece mi completa admiración, así que no entiendo por qué se critica tanto a Murakami. Se dice que es un autor fresa y poco serio; demasiado “pop”. Pero a mí de hecho Afterdark me pareció súper entretenida, además de muy cinematográfica. Mi séptimo libro fue “Los jardines estatuarios”, una obra del francés Jacques Abeille, una especie de literatura fantástica tipo “Señor de los anillos”, que me atrapó desde la primera página. Ya les había dicho que antes no era tan buen lector, así que también aproveché para leer “Rebelión en la Granja” de George Orwelll, librazo que todos ustedes leyeron en la prepa y que me parece de una actualidad increíble a pesar de haberse escrito hace casi setenta años. Y como me gustó “After Dark” pues también leí “Los años de peregrinación del chico sin color” de Murakami, que disfruté muchísimo. Me gustó más “After Dark”, pero este también me entretuvo y logró engancharme y mantenerme leyendo. Pasé por Saramago, por Fante, por Bukowski (siempre tengo que leer al menos uno de Bukowski, este año llevo dos) y luego en una comida de trabajo alguien me recomendó el libro autobiográfico de André Agassi. Buenísimo. Aún si no te gusta el tenis. Claro que si te gusta el tenis es un must. En abril me puse más denso y pasé a Kurt Vonnegut y a Marcel Schwob. El segundo me pareció un fucking plomazo (pero bueno, quién soy yo para criticar a uno de los simbolistas más representativos de su época) y luego me tropecé con “El abuelo que saltó por la ventana y se largó” del Sueco Jonas Jonasson que otra vez me llevó al terreno del humor y la aventura (lectura que disfruté cantidad y que también recomiendo ampliamente). Me volví a poner locote, denso y muy inteligente y me pasé a Nietzche. Y una vez hube terminado de la intensidad del alemán, comencé a leer “La broma infinita” de David Foster Wallace. Este gringo que era una de las promesas literarias de los dosmiles que acabó suicidándose -como buen genio -. Un trabuco de 1,200 páginas que todavía me tiene jodido. Yo no soy de los que dejan de leer los libros porque “no les gustan” o “porque no les entienden” así que debo decir que Foster Wallace ha sido un buen reto para mi reducido intelecto. Al menos cada página tiene un par de palabras que no sé qué chingados significan. Entonces ahí tienen a yourstrully con lawikipedia en primera fila para tratar de entender lo que este señor escribe. Voy en la página 650 y si bien creo que este muchacho escribía muy pero muy cabrón, requiere un IQ superior para comprender TODO lo que está plasmado en las hojas (conste que digo TODO, tampoco soy tan pendejo). A todos los libros se les saca algo de provecho, aunque los libros sean malos. A “la broma infinita” además de varios pensamientos muy obvios y muy profundos que no sabía que sabía, le voy a aprender cómo alguien puede ser capaz de describir incansablemente y a detalle una situación determinada y claro, también el haber agregado algunas nuevas palabras al repertorio verbal de este su “charro negro“. Si me preguntan de qué se trata, la respuesta más honesta es: “Tengo alguna idea pero todavía no lo sé a ciencia cierta, así que espero tener la respuesta en otras 600 páginas o dentro de un mes”; lo que ocurra primero. Después de Foster Wallace me esperan formados Andrés Oppenheimer (hay que leer de todo) Benito Taibo, Kurt Vonnegut, Yukio Mishima, Sofi Oksanen, Jacquelin Susann, Jack Kerouac y Arto Paasilinna. A ver si me da para terminar en diciembre con los mentados 30 libros. Ya les contaré si me encuentro otra piedra literaria en el camino como la de Wallace o si encuentro en todos los anteriores, una joya digna de compartir con la comunidad que tiene a bien leerme cada viernes. Nos estamos leyendo.
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