El marketing es una de las áreas estratégicas vinculantes en el desarrollo de una empresa, que ha variado de forma significativa con los años. Su peso específico se ha dimensionado y las probabilidades de acometerlo con éxito han crecido de forma destacable. Hace tan solo 25 años, se antojaba complicado hacer una campaña de marketing si no eras una gran empresa. Los costes de una campaña, la complejidad de los canales de difusión y la capacidad de recepción e interpretación de la misma por parte del público objetivo, impedían su creación y desarrollo si no era contratando una empresa de publicidad versada y experimentada en llegar al potencial cliente final. Si eras una empresa pequeña, mejor dicho, si no eras una gran empresa, se antojaba complicado ser eficiente en marketing porque los recursos físicos que se disponían, no tenían la carga de eficiencia de las grandes campañas. Es obvio que no podemos comparar el impacto de radio, televisión y grandes soportes móviles con folletos, buzoneos y carteles en cristales de tiendas de ciudad. Pero pasaron los años y, de pronto, llegó Internet con toda su fuerza y esplendor, creciendo sin medida y cambiando por completo muchos de los paradigmas de empresa, entre ellos el marketing. Sin casi darnos cuenta, hemos visto desarrollarse conceptos ajenos o complejos en su momento, como el tiempo de llegada al público, el volumen de personas impactadas o la segmentación de las mismas; terrenos casi inexpugnables un cuarto de siglo atrás. Y todo gracias a la red y el desarrollo del Social Media, que han conseguido por encima de todo, que las personas se conecten e interconecten entre ellas. Pero esta evolución, como muchas otras relacionadas con el desarrollo de la tecnología que afecta a la empresa, son recibidas con escepticismo por la misma y sus responsables. Quizás por la velocidad de desarrollo, unos tiempos asimétricos a los de crecimiento de las empresas o tal vez por la incomprensión del empresario sobre sus beneficiosos efectos en las mismas. Y ahí salta una de las esquirlas de la actual brecha digital que estamos padeciendo. A pesar de la fecha en que estamos, muchas empresas siguen cerrando sus puertas a los nuevos canales de dispersión de imagen de producto y empresa que Internet ofrece. El cambio siempre asusta porque el ser humano se acomoda con mucha facilidad, pero Internet se perfila como la oportunidad del pequeño. Por primera vez en décadas, quizás por primera vez desde que el mundo comercial es mundo, las pequeñas empresas tienen una oportunidad de ponerse a la altura de las más grandes en difusión de marca. Es obvio que las grandes siguen teniendo ventaja en impacto de marca y en público objetivo debido al trabajo de años en marketing tradicional, pero el pasado es inamovible y el presente creador de futuro está por dibujarse. Y nosotros tenemos el lápiz. En ocasiones, la resistencia al cambio induce mermas competitivas y esta es una de esas ocasiones. Por primera vez podemos abandonar los folletos y el buzoneo. Por primera vez, disponemos de sistemas fidedignos que nos permiten medir el rendimiento real de una campaña. Por primera vez, tenemos ante nosotros nuestra propia herramienta de marketing con unos costes perfectamente asumibles por nuestra estructura financiera. Por primera vez, el pequeño tiene la oportunidad del grande. Solo es necesario acogernos a la creatividad y adquirir conciencia que es esencial estar en las redes sociales, no solo para generar fondo de comercio sino para perfilarlo y llegar a él con todo lo que tenemos. Y como en todo, debemos echar mano igualmente de los profesionales que nos conducirán por la senda del marketing digital hacia un mundo que no conocemos, pero que se antoja emocionante y funcional para instaurar nuestra empresa en él. Apelemos a nuestra coherencia. Si nos consideramos profesionales y vemos claro que nuestros clientes necesitan de nuestro asesoramiento porque desconocen nuestros productos, nos será muy sencillo entender que nosotros, como empresarios, necesitamos del asesoramiento del profesional que puede llevarnos de la mano al mundo del marketing digital. Cerrarnos a estas nuevas estrategias por desconocimiento es morir en el intento y no podemos ser tan estrechos de mente de quejarnos airadamente durante lustros por no poder vender tanto ni tan bien como los grandes al no disponer de su presupuesto para publicidad y negarnos, a la vez, a acometer por fin nuestras campañas de marketing digital porque no entendemos bien de qué me sirve tener un perfil en LinkedIn o cómo mi empresa puede llegar a miles de personas en Facebook. Es la oportunidad del pequeño. Es el momento de adquirir conciencia que es nuestro momento y que, con las herramientas precisas, podemos estar en el dispositivo móvil de todos. Hace años, las empresas con tiendas físicas empezaron a crear sus tiendas digitales. Hoy día y gracias al éxito del comercio electrónico y las redes sociales, las tiendas puramente digitales están empezando a colonizar los espacios físicos de nuestras ciudades en un aporte más de visibilidad hacia el cliente potencial. Si hace 25 años tomamos la decisión de invertir en folletos, un soporte sumamente complejo de controlar en resultados, ¿qué nos impide ahora apostar por un recurso auditable al máximo y de resultados visibles como el emailing? Si solo es un cambio de mentalidad, no lo dudéis y acometedlo. Por pequeños que seáis, el público os está esperando más allá de las grandes empresas. Quitemos el cartel de “en construcción” y vayamos a por el mercado.
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