Seamos sinceros, desde que empezamos en el mundo de la creatividad publicitaria no paramos de ver, leer y escuchar cualquier artículo que nos ayude a potenciar nuestra capacidad creativa (hasta yo escribí sobre eso). Y que se le rompa todas las puntas de los lápices a aquellos que se consideren unos prodigios creativos y digan que nunca leen nada de eso. Luego de haber lanzado la maldición del redactor creativo volveré al tema. De esos quinientos veinticinco mil artículos que habremos leído alguna vez, salta una de las frases “motivacionalmente creativas” más cliché que podría existir: “Despierta tu niño interior”. ¿Despierta a tu niño interior, enserio? Acaso nos quieren decir que meditemos en un cuarto zen, rodeado de fotos de los más grandes publicistas para poder llegar al nirvana creativo, ahí encontraremos ese mágico botón que nos ayudará a despertar a nuestro niño interior. Si es así yo creo que deberíamos tener mucho cuidado, porque me imagino que no se trata cualquier botón, tendrá que ser aquel que lleva el logo del niño pequeño, no vaya ser que nos confundamos de interruptor, encendamos el botón del pre-adolescente post-emo-hipster-millennial y terminemos escribiendo canciones indies y dejando la publicidad porque ya no creemos en las marcas. Por más cliché que suene esa frase y lo sencillo que parezca el método zen de encontrar un interruptor para despertar a tu niño interior. Pensar como niño sirve y existe una forma menos espiritual de lograrlo: Pasando tiempo con un niño. Busca algún niño dentro de tu entorno, sobrino, ahijado, primo, vecino o cualquier forma en la que puedas pasar tiempo con un niño. Juega con él, inventa los juegos, cuéntale historias y que te cuente historias. Te darás cuenta que ellos no tienen límites para su imaginación y no se restringen en lo que te pueden proponer. Nosotros, queramos o no, ya no somos niños y conocemos ciertas limitaciones, ya sean físicas, de presupuestos, lineamientos de marca o simplemente la lógica. En cambio nuestros pequeños amigos no tienen ninguna limitación, ellos solo imaginan y usan su creatividad para armar lo que más les guste. Esta dichosa falta de limitaciones, les permite a los niños tener una visión completamente diferente de lo que los rodea. Una visión que puede ser contagiosa y que nos ayudará a romper esas inconscientes paredes mentales que hemos formado con el pasar de los años y limitan nuestra creatividad. ¿Qué perderíamos si lo hacemos? Nada, volveríamos a disfrutar como niños otra vez y haríamos que nuestra hermana sea feliz porque pasamos más tiempo con nuestra sobrina. La mía lo es y yo también. Imagen cortesía de iStock
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