Hoy en día el trabajo freelance o autónomo ha adquirido un volumen importante en el mercado laboral. De hecho, cuando un diseñador gráfico emprende su carrera profesional, es muy común que lo haga de manera autónoma, la forma más común en la que trabajan los diseñadores gráficos. A pesar de ser lo más común, hay errores que seguimos cometiendo generación tras generación, de los cuales solo aprendemos una vez hemos fallado y hemos experimentado el error en nuestras propias carnes. No nos sirven las advertencias de otros diseñadores más experimentados, solo cayendo somos capaces de aprender a no volver a cometerlos. Solo cayendo somos capaces de aprender a no volver a cometer estos errores, ya que cuando empezamos esta gran aventura, habitualmente no tenemos a quien nos aconseje, ni encontramos un manual mágico que nos explique detalladamente cómo hacer las cosas y cuáles son los puntos a seguir a la hora de afrontar un encargo. Por ello he creído conveniente contaros algunos de los errores más comunes que cometemos los diseñadores gráficos como freelance, muchas veces de manera inconsciente, y que pueden llevarnos a detestar esta amada y preciosa profesión.
1. No marcarnos un horario de trabajo: al igual que todos los trabajadores de una empresa u oficina, los diseñadores gráficos freelance deberían establecer su horario de trabajo. Aunque se trabaje desde casa es necesario saber de qué hora a qué hora vamos a trabajar, ya que esto nos ayudará a organizarnos cada día, priorizando aquellas tareas más urgentes.
También nos ayudará a saber cuándo parar, cuándo llevamos demasiadas horas trabajando como para que nuestra mente funcione al 100% y necesitamos un poco de descanso y ocio.
Además, es importante adoptar costumbres que nos ayuden a establecer nuestra rutina de trabajo, como vestirnos cada mañana antes de empezar a trabajar como si fuésemos a ir a la oficina o escoger un lugar correcto en el que llevar a cabo nuestros proyectos (el sofá puede ser cómodo, pero no es el lugar idóneo para trabajar). A veces cuando trabajamos solos y desde casa olvidamos estos detalles que nos ayudan a concentrarnos y centrarnos en los proyectos pendientes adecuadamente.
2. No saber decir que no a nadie: el hecho de ser freelance acarrea preocupaciones como la inestabilidad económica, algo que nos puede llevar a no querer rechazar ningún trabajo por miedo a no llegar a fin de mes. Esto es una gran equivocación, ya que podemos llegar a enfrentarnos a un gran volumen de trabajo que no podremos afrontar sin sufrir un ataque de ansiedad. También nos puede llevar a aceptar proyectos con los que por cuestiones éticas no estamos cómodos, y no hay nada más frustrante que trabajar para algo que vaya contra tus principios.
Además, los diseñadores gráficos debemos aprender que no es nuestro deber llevar el diseño gráfico de todos los proyectos en los que nuestros amigos se aventuren. Si tu amigo fuese dentista y fueses a su consulta, te cobraría ¿verdad? Pues el diseño gráfico es lo mismo, no es gratis, ya que es una profesión que, como todas las demás, ha de ser remunerada.
3. Del punto anterior, podría derivarse el siguiente: no creer en nosotros mismos, no tener la suficiente confianza personal. Como ya os he dicho en otros artículos, no hay nada más importante que creer en uno mismo y en lo que tenemos por aportar. Si tú no crees en ti, nadie lo hará, ya que no sabrás venderte ni comunicar todo aquello de lo que eres capaz y que tienes por ofrecer.
4. La falta de confianza puede llevarnos a no firmar un contrato: puede parecer que muchos clientes no se tomen en serio la labor del diseñador gráfico, y esto les puede llevar a no querer firmar un contrato por considerarlo innecesario. Por ello puede darnos miedo perder el trabajo si nos imponemos y exigimos la firma de un contrato.
No firmar un contrato en el que se incluyan las funciones a desarrollar, los plazos de entrega, el precio total y el adelanto que necesitamos para empezar a trabajar, así cómo otras cuestiones, puede darnos diversos quebraderos de cabeza:
a. No cobrar lo suficiente: antes hablábamos de la confianza personal. Cobrar un precio demasiado bajo es un signo de desconfianza en uno mismo, y puede generar una imagen de mano de obra barata y de baja calidad hacia nuestro trabajo, y esto es algo que sin duda no queremos que ocurra. Por ello es necesario saber establecer un precio justo en función del encargo, el tiempo que nos vaya a costar llevarlo a cabo, los materiales que vayamos a necesitar, nuestro nivel de formación y experiencia…
b. Tener que realizar demasiadas modificaciones: si no establecemos concretamente lo que el cliente obtendrá por un determinado precio, éste puede caer en la equivocación de que puede realizar tantos cambios como desee en el proyecto. Para evitar esto, es importante establecer cuántas modificaciones le permite realizar el precio que va a pagar por el encargo, así como el precio que le costará algún cambio adicional.
c. No establecer plazos para los trabajos: esto puede conllevar consecuencias tanto para ti como para tu cliente: tú no sabrás con cuánto tiempo cuentas para realizar el encargo encomendado. Y tu cliente podría no recibir su trabajo a tiempo, puesto que como no se ha establecido un plazo, tiende a preguntarte cómo va el proyecto justo cuando lo necesita, dificultando que la tarea se pueda terminar en el tiempo deseado por el cliente. Esto también afectará a tu reputación.
d. Si finalmente firmamos un contrato, el mayor error que podemos cometer es no cumplirlo. ¿Por qué molestarse en firmar un contrato si da lo mismo lo que en él se estipule? El cliente no podrá confiar en nosotros si no cumplimos con lo prometido, lo que nos generará una mala imagen (el boca a boca es muy poderoso).
5. No comunicarse adecuadamente con el cliente y desatender sus preferencias. Lo primordial cuándo afrontamos un encargo es saber qué necesita el cliente y cuáles son sus preferencias, y la manera más sencilla de obtener estos datos es en una reunión con él. A partir de ahí podremos aconsejarle si creemos que su planteamiento no es el más adecuado, sin olvidar nunca que hay que ser extremadamente respetuosos y que “el cliente siempre tiene la razón”, o al menos, así creen ellos que debería ser.
Además de una reunión inicial, es necesario establecer conversaciones periódicas en las que el cliente nos ofrezca su opinión sobre los nuevos avances realizados. De esta manera podremos saber si vamos en la línea que enamore al cliente, evitando tener que cambiar el proyecto completo una vez acabado.
Comunicarnos adecuadamente con nuestros clientes también es una garantía de confianza para ellos, ya que les mostramos que nos involucramos en el proyecto y que nos preocupamos por sus necesidades y preferencias.
Por hoy, estos son todos los errores que creo que todos los diseñadores freelance hemos cometido en alguna ocasión y que deberíamos conocer para poder evitar. Quizás más adelante recopilemos las buenas costumbres que hacen que el trabajo de los diseñadores sea más productivo y motivador, pudiendo así incorporarlas en nuestra rutina. Imagen cortesía de iStock
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