La evolución del ser humano camina ya dentro de uno de los temas más empoderados en éste siglo, la libertad de expresión. Y aunque no le conviene a la intolerancia que se respira últimamente en el ambiente, sin duda, es un paso que daría un avance gigantesco para tan engorroso problema social. Vivimos tiempos complicados donde una crisis económica, de identidad y de salud emocional nos come las entrañas, por lo que el EXPRESARNOS CON LIBERTAD resulta en última instancia un poco de aliento entre tanto caos. Y es justo por esa razón que foros dónde logramos expresarnos toman relevancia para nuestro día a día, ese espacio dónde se puede decir la verdad sin pensar en ser juzgados o minimizados se vuelven ahora el medio de comunicación con mayor alcance. Las redes sociales aportan a éste gran vacío emocional una posibilidad de ejercer un derecho de todos, dando el perfecto espacio para que cada quien se exprese de la forma que desee; sin embargo aunque seamos los mejores y más sinceros oradores, la parte complicada es justo como lectores, el decidir hasta dónde queremos escuchar. El problema no radica en qué podemos o no decir ante el público que nos sigue, sino que es lo que nos interesa saber de los demás. Aquí lo que se pone en tela de juicio es el Talón de Aquiles de todos nosotros, la tolerancia. Una de las definiciones que arroja la RAE sobre la tolerancia es “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” y aunque parezca algo simple de ejecutar, es uno de los valores universales más complicados de seguir. Si en algún momento han tenido curiosidad en saber las reglas del juego en redes sociales como Facebook, por ejemplo, hay un apartado en la Declaración de derechos y responsabilidades que habla sobre el respeto al derecho de otras personas y que no todas las publicaciones son del agrado de todos y por tal motivo tienen la posibilidad de denunciarla como no apropiado, dentro de los Principios de Facebook , en su quinto párrafo menciona que todas las personas deben tener la libertad para forjarse confianza y reputación a través de su identidad y sus conexiones, por lo que podemos decidir a quién sí y a quién no agregamos en nuestra comunidad. Tomo de ejemplo Facebook ya que en estudios realizados por la AMIPCI nos confirma que ya somos 53.9% internautas de la población total en México, de los cuales 9 de cada 10 se conectan a una red social, y que el IAB nos dice que el 97% pertenecen a Facebook. Mucho se ha satanizado sobre la libertad que arroja éste medio de comunicación; sin embargo lo complicado, como siempre, no es el medio, sino quién lo utiliza [y cómo lo utiliza]. Lo complejo se vuelve en que dicho respeto a las ideas, creencias o prácticas que se exponen ahí no son toleradas por muchos en mayor o menor medida. Se torna complicado cuando el medio funciona para burlas, para amedrentar la privacidad de otros, para privar de la libertad y no respetar lo que al otro puede dañar, en simples palabras, cuando existe ¡CERO EMPATÍA CON LOS DEMÁS! Sin duda, si pintar de arcoíris tu fotografía de perfil en Facebook, si anunciar los asesinatos de mascotas en alguna zona en nuestro país como las denuncias sobre el envenenamiento de mascotas en la Colonia Condesa, si hacer una denuncia de acoso laboral como el desaprobación del comportamiento de un conductor hacia su compañera en un canal de Televisa Local, si hablar de política, religión, ideologías contrarías a las nuestras o problemas de género son temas que para muchos son de suma importancia, para otros suenan exageradas y sin sentido, y para otros tantos resultan sumamente alarmantes y ofensivos, es justo dónde nos percatamos de la diversidad de pensamientos con las que nos topamos todos los días, y nos guste o no, el problema es la poca tolerancia, la crítica sin fundamentos y el no respetar el derecho de los demás. Por la misma razón en la que alguien no está de acuerdo otra persona defiende con toda la pasión esa postura, sin caer en radicalismos, nuestra postura deberá ser de completo respeto por la libertad de pensamiento, mismo derecho que tenemos incluso al emitir nuestro opinión. Dicha libertad comienza justo en el QUÉ haremos con esa información, si queremos ignorarla, si decidimos no participar en esos temas, si deseamos involucrarnos por completo o finalmente en que aceptamos ver en nuestras redes sociales. Todo lo que vive en estos medios es alimentado única y exclusivamente por nosotros, desde el amigo que aceptamos hasta la publicidad que nos logra impactar. No nos olvidemos que detrás de cada mensaje en las redes sociales siempre estará alguien de carne y hueso y así como las normas universales convergen para la buena convivencia entre seres humanos en el plano físico, de la misma manera se deberá la comunicación por los medios electrónicos. Imagen cortesía de iStock
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