Mucho se ha dicho sobre el amor del consumidor hacia sus marcas favoritas, pero poco del amor que siente un publicista hacia su marca, hacia el producto por el que se trasnocha, piensa, crea y trabaja todo el día. ¿Cómo saber si estás enamorado de tu marca? ¿Guardas celosamente sus artículos brandeados? ¿La buscas entre góndolas de supermercado? ¿Tu familia o círculo de amigos te preguntan por ella como si se tratara de tu pareja? Involucrarse con un producto con el que convives diariamente es inevitable. Puede generar un sentimiento de odio o amor, pero nunca un punto medio. Supongo que el nivel de amabilidad y sensatez del cliente, la autenticidad y personalidad de la marca y los intereses en común, provoca ese tipo de emociones tan intensas. En mi caso, mi marca me hacía reír. Me permitía jugar y divertirme al escribir, y esas son cosas que derriten el corazón de una mujer, pero sobre todo, el de una publicista, el de una copy. Los científicos de la Universidad Autónoma de México dicen que el amor dura cuatro años. Pero yo diría que entre un creativo (gráfico o copy) y su marca, la relación se vuelve difícil después del primer o segundo año. Pensar y repensar ideas para un producto puede llegar a ser desgastante. Así que después de un tiempo se hace justo y necesario oxigenar el cerebro con otros proyectos, cambiar de paisaje. Es cuestión de salud creativa, pienso yo. Sin embargo, después de más de un año yo no me quería separar de mi marca pero sucedió. Un día el dueño de la agencia nos contó su decisión, por proyectos personales quería cerrar el negocio y entregar cuentas. Para todos fue difícil, sobre todo para los que desarrollaron estrategias tipo año. Su trabajo sería ejecutado por otros y en el peor de los casos, sería desechado. Porque siendo sinceros, a ninguna agencia le gusta que le impongan ideas de otros. Así es como mi marca pasó a otro publicista y a otra agencia. Y llegó la tusa o el despecho creativo. Tal como si se tratara de un ex, stalkeé a la marca en redes sociales. Me di cuenta que el otro creativo cometía los mismos errores que cometí yo al principio (palmadita en la espalda), que echaba a la borda los avances que habíamos logrado (ataque de rabia), que descuidaba a los fans de la marca (suspiro nostálgico), que hacía cosas que no se me ocurrieron y que funcionan (roja de envidia). Entonces pensé en si me extrañaría mi marca. Y la verdad es que no. Nadie es indispensable, buenas ideas todos tenemos, pronto el otro creativo se volverá en un experto de la marca como lo hice yo, absorberá su ADN y hará un magnífico trabajo. Decidí dejarla ir. Al fin y al cabo muchos creativos pasarán por este producto así como muchas marcas pasaran por mis copys. Así es la vida y así es el amor.
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