Aunque el diseño sea polisémico, y esté envuelto en muchas ramas, debe tener una misma sustancia, pero ¿cuál es?… Para empezar, es más fácil entender cuál no es la sustancia para llegar a descubrir cuál sí. Bien, la sustancia no es la parte comercial, no es la “promoción” de una marca o la materialización de un objeto. Tampoco es una “caja” o una bolsa de plástico tirada en el piso. La sustancia es el valor que le damos al diseño, es la relación que tiene esa marca con su audiencia, no es el embalaje es el contenido, y no es la “bolsita” tirada sino la experiencia de haberla obtenido. En nuestro caso como diseñadores es haber planeado esa experiencia. Veamos, la sustancia del diseño no es la técnica sino el proceso completo. Ese proceso que conlleva la parte conceptual, creativa y de producción, es decir, inicia con el enfoque del problema (el brief del cliente), se proponen alternativas, se desarrolla y finaliza con la interacción del usuario. La sustancia es la idea que proyectamos, es el significado del mensaje, es la forma en que la audiencia se desenvuelve en un espacio. También es el diálogo que logramos estructurar con nuestros objetos, es el equipo que conformamos con otras disciplinas, la integración del diseño a la cotidianidad de la audiencia, la estrategia para llegar al objetivo. La sustancia es la parte emotiva que logra transmitir el objeto, con la que al final logramos identificarlo. Es lo que configuramos con una imagen, con un video, con una campaña. Lógicamente va más allá de convencer al cliente y al usuario a través de argumentos bien fundamentados, más bien es esa forma de vínculo que genera la confianza del cliente y la aceptación del target. Para terminar, la sustancia más importante del diseño es el individuo, sin el receptor, sin el usuario, sin la audiencia que retroalimenta o interpreta lo que proyectamos, simplemente el oficio no tendría sentido. No habría una configuración ni social ni cultural, nada tendría un grado de significación, no habría una verdadera transformación del entorno. Como vemos, todos estos conceptos “claves” conforman la mirada del campo, una forma de percibirlo. Son los “ingredientes”, que representan la mezcla de creatividad con el toque de iniciativa, porque no basta con imaginar, es necesario crear. Si hubiera un solo “componente” que lo pudiese definir, yo diría que es nuestro intelecto, nuestro pensamiento, porque ahí comienza todo el chispazo de la idea. Me despido bandita, ¿ustedes qué opinan? Soy Erika, ¡Feliz inicio de año! Hasta la próxima. Imagen cortesía de iStock
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