Tal parece que el departamento creativo y hablando puntualmente de los diseñadores, es asociado con la “barneybolsa” o con el sombrero mágico de algún reconocido ilusionista, pues se ha hecho la fama/mito que según sea lo que necesites o busques, sea momento oportuno o no, te sacará del embrollo en el que por necedad o ignorancia te has metido. Pero, ¿te has puesto a pensar en que se compone el diseño? Si hiciéramos una metáfora, el diseño está compuesto por la receta principal de la cual se identifican los ingredientes, el orden de la incorporación de los mismos, las herramientas a usar, el desarrollo y el tiempo exacto de la cocción del pastel (proyecto). ¿Quién se ha aventurado a cocinar sin receta? Aunque podríamos decir que solo los más experimentados del ramo han realizado esta práctica, también muchos de los lavaplatos hemos participado de esta sensación que en ocasiones ha dejado un buen sabor de boca, otras se ha carbonizado el producto y en pocas ocasiones han tenido que llamar a los bomberos porque hemos incendiado la cocina. El repostero no se pone a hacer pasteles solo porque se lo piden, tantea para cuántos invitados serán, qué estilo será, que sabor tendrá, con qué ingredientes se adornará, si sus clientes o invitados son alérgicos a algún ingrediente en particular, si dispone de las herramientas que necesitará y el equipo de trabajo que le ayudará, el tiempo para desarrollarlo y también la transportación del producto final. Volviendo a la parte de la receta, aunque no todos los pasteles son iguales llevan todos hasta cierta parte similitud en el proceso. Regularmente las personas ajenas al departamento creativo se les hace familiar este tipo de receta para sus trabajos: “Azúcar, flores y muchos colores y accidentalmente o no añadir la sustancia X” y ¡Pum! ¡Tenemos un diseño súper-poderoso! La inversión en los ingredientes es lo que hace que sea bueno o no un pastel, dependiendo de la calidad de la masa es el resultado obtenido pues a menor inversión se tendrán resultados poco digeribles y pesados. Es necesario el gramaje exacto de la harina y la leche del marketing para fundamentar todo el pastel, sino no adquirirá volumen y el resultado saldrá simple. Es necesario que como agencia mantengamos en cuenta que todos los proyectos deben fundamentarse en datos duros y contundentes para que se pueda dar el volumen al proyecto y no solo nos basemos en dos o tres argumentos para su desarrollo. Asimismo es necesaria la mantequilla para que no se pegue el pastel a la orilla del molde, sin embargo; si te excedes te quedará duro el producto. Igualmente debemos tener en cuenta que para cada uno de los proyectos se tenga un marco de legalidad para proteger la inversión del cliente. De esto comentábamos en el artículo anterior “Midiendo esfuerzos: La importancia del contrato”, pues la mantequilla (el contrato) hace que no nos quedemos con parte de las ganancias como si las arrancásemos, pero tampoco al abusar de las largas políticas y burocracia interna entregaremos un producto duro e incomestible. Por si fuera poco, llegamos al elemento estrella que permite homogeneizar toda la mezcla y son los huevos. Pareciera un comentario poco profesional, coloquial y hasta peyorativo, pero si no le ponemos ganas a nuestro trabajo nunca quedaremos conformes con los resultados. Por tanto, debemos apasionarnos con nuestro trabajo como el día que escogimos el emprender el camino del diseño; de no ser así las desveladas, el cansancio, las discusiones con los profesores y compañeros de equipo, las horas que pasamos sin comer y sin salir habrán sido en vano. AUTOR Isaí Velázquez Romero Estudié Ciencias de la Comunicación y Publicidad pero soy egresado de la licenciatura de Diseño Multimedia. Desde hace 10 años me he dedicado a la música y la composición, pero desde hace 3 me he convertido en un amante de la planeación y la estrategia en el diseño y la publicidad. Imagen cortesía de iStock
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