El café expreso, o espresso, de origen italiano, requiere forzosamente de una cafetera expreso para ser nombrado como tal. La peculiaridad reside en el agua: expulsada bajo presión, seguida por el vapor que consigue hacer la leche una espuma artística y maleable. A este fenómeno se le llama arte del latte.En la actualidad, aunque muchas series se mantienen con una gran audiencia, como Cuéntame cómo pasó, tras años en antena, que enganchan al espectador y parecen no soltarlo nunca, dejan en realidad un vacío del final. Son series infinitas, con muchas temporadas, aptas para un público fiel, con tiempo, con una oferta selecciona cuidadosamente. Sin embargo, frente a ellas, se alza muchas de las series que se caracterizan por tener menos temporadas y capítulos de duración más corta. Un ejemplo son las series históricas de TVE 1 Española: Enrique VIII, Isabel, Carlos Rey Emperador, Teresa… Y algunas, como Isabel y Carlos Rey Emperador podrían haber formado una misma: La dinastía católica, por ejemplo. Otro ejemplo es Big Bang Theory, que aunque posee unas cuantas temporadas, los capítulos solo duran alrededor de veinticinco minutos. Y al igual que con las cafeteras expreso, cada vez hay más información, menos tiempo para preparar café, menos tiempo para engancharse a una serie. El movimiento, las rápidas idas y venidas de las aplicaciones o la fácil sustitución de las redes sociales se aplican también al mundo seriéfilo. ¿Creéis que el futuro de las series reside en ser más cortas? Personalmente, considero que cada vez es más complicado engancharse a una serie. Nuestro contexto gira rápido, y el mundo de las series va cada vez más acorde a él. Porque lo que realmente produce placer es la sensación de comenzar a engancharse, de esperar el final con ganas. Pero eso es algo que uno ya se espera. Sin embargo, cuando te cortan a la mitad y te quedas sin serie, porque se refleja la facilidad de cambio actual, acabas con una sensación de vacío. Un terrible vacío creativo e inmenso, comparado con el que te aportan las series que llevan media vida contigo. Las primeras son ligues de cuatro noches, y que sin embargo te dejan ganas de más citas, mientras que las segundas son una pareja de toda la vida: sientes nostalgia y cariño, pero ya te lo dieron todo. Y con esto, quiero recomendarles dos series expreso doble, porque son doblemente intensas y doblemente cortas. Recomiendo acompañar con galletas, porque no da tiempo a hacer palomitas.
- Man seeking woman. Está basada en los relatos de Simon Rich, The Last Girlfriend on Earth. Estrambótica y divertida, así es la vida de un joven que busca el amor en Nueva York. Nada que ver con las comedias hollywoodienses, y nada que envidiar al resto de series. Brilla por sí sola.
- Master of none. Multicultural, cosmopolita, hilarante e indecisa. Como la vida misma, refleja la actualidad quizás incluso mejor que cualquier diario. Se podría resumir con nombre y un título: Sylvia Plath y The Bell Jar (La campana de cristal en español).
Y como arte latte a su café, el fragmento de Sylvia Plath más conocido: “Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento. De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente. Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.” Elia Prieto. Imagen cortesía de iStock
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