Hace tiempo recibí unas palabras de mi mejor amigo, dichas con el mayor respeto que pudo y con la sinceridad que le pedí: “la verdad odio tu carrera, odio la manera como manipulan a la gente para comprar”. Yo a él lo aprecio demasiado, pero es curioso escuchar esas palabras de alguien con iPod, su camiseta original del Real Madrid con el nombre Ronaldo en la parte trasera, su PlayStation 4 y un gusto peculiar por la ropa de marca. Ver esas cosas no sé si me reconfortan o le dan la razón a lo que me dice. Estamos en una era donde la paranoia ha dejado de basarse en el misticismo y se ha convertido en una carrera por descubrir qué anuncio publicitario dice más mentiras, qué político está usando más estrategias de control mental y qué producto produce que perdamos la voluntad. El temor constante sobre lo que los medios de comunicación estarán haciendo con nuestro cerebro ha generado una enorme desconfianza y llevado a las personas a ser más “conscientes” de su consumo. Como publicista y consumidor entiendo ese miedo; con el tiempo uno realmente descubre estrategias que permiten conectar directamente con la mente y volver a las personas más propensas al consumo (llámese neuromarketing), pero ¿realmente pensamos tan profundamente en manipular a las personas? ¿cómo explicarles que no vivimos con esos deseos profundos de controlar la mente humana? ¿dónde nació ese miedo? Sencillamente ocurrió lo mismo que en otros campos; la ética abandonó muchas empresas y solo hubo lugar para pensar en facturar. La publicidad y el neuromarketing son armas de doble filo que, dependiendo de las manos en las que caiga, pueden ser beneficiosas o un enorme dolor de cabeza (literalmente). Con los años la publicidad ha retomado paso a paso su rumbo, posiblemente consecuencia de un fuerte golpe ético por parte, más que de las agencias, de los publicistas que se percataron de las malas percepciones que estaban teniendo (y aún tienen) las personas sobre esta carrera que amamos. Incluyamos el pensamiento social y ético dentro de las prioridades de las agencias, no solo buscando resultados en materia comercial, sino para reestructurar los paradigmas de la sociedad. Defendamos la imagen de la publicidad.
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