A menudo, en el mundo publicitario, se escucha una gran cantidad de quejas, angustias y molestias sobre nuestra profesión. Empezamos a quejarnos pronto, cuando siendo jóvenes vemos nuestros esfuerzos y talento desprestigiados, pisoteados y echados por tierra. Seguimos cuando nos topamos con nuestro primer “el peor cliente de mi vida”, con sus innumerables, ininteligibles e indescriptibles modificaciones, y aumentan aún más cuando descubrimos que este tipo de clientes será el más común entre nuestros encargos. Empecemos por el principio: somos jóvenes y acabamos de terminar nuestros estudios universitarios o nos queda poco para ello. Tenemos grandes ilusiones y esperanzas y soñamos con, algún día, convertirnos en grandes publicitarios de elevada reputación y prestigio. Hemos crecido profesionalmente viendo Mad Men y observando y analizando, con la admiración de un niño cada paso que daban nuestro ídolos o referentes del sector publicitario. No obstante, no somos unos inconscientes ni unos insensatos, y por ello comprendemos que no nos ha tocado vivir en los tiempos de la serie mencionada, y que la publicidad ha perdido gran parte de su prestigio y glamour en su anticuado y persistente intento por invadir cada rincón de la vida de los seres humanos. La publicidad, lejos de abrir una nueva realidad como en aquella época, introduciendo en el mercado nuevos y fabulosos productos nunca antes imaginados, ha pasado a ser el patito feo de la comunicación, una molestia de la que la mayoría de la población tiene quejas. Partiendo de las quejas de la población y como jóvenes estudiantes o profesionales que están labrando el futuro de la publicidad, lo primero que debemos hacer, o al menos plantearnos, es poner en valor nuestra profesión y nuestro mundo laboral. En nuestras manos está la posibilidad de cambiar esa pésima percepción que se tiene sobre nuestro trabajo, volver a aportar con él algo de valor a la sociedad para así generar en ellos interés por el consumo de publicidad. Para ello, no solo es importante cambiar la manera de comunicar, es decir, olvidar los clichés y los convencionalismos narrativos en publicidad como los odiosos “¿Cansado de cocinar todos los días?, ¿Harto de no saber qué menú preparar hoy? ¡Compre Electropower 3000 y la felicidad inundará su vida!”, sino también cambiar los canales de comunicación. Si hasta a nosotros, los publicitarios, amantes de nuestra profesión y de las piezas que con ella se generan, nos molesta la publicidad intrusiva que invade nuestros momentos de paz, descanso y relax en la cómoda intimidad de nuestro salón, ¿cómo no va a molestar a aquellos espectadores, oyentes o lectores que no se dedican a la publicidad y que, por tanto, no entienden la realidad detrás de esos 30 segundos o reducido espacio entre la prensa, que solo estorba en su tiempo de ocio? A todos nos molesta que invadan nuestra intimidad y nuestros hogares, especialmente si es para vendernos algo. Este tipo de publicidad ha pasado a ser como los tan detestados comerciales a domicilio o vendedores telefónicos, que asaltan nuestro teléfonos y telefonillos en el momento menos oportuno y con la impertinente convicción de que aquello que ellos venden, por increíble que parezca, es justo lo que nosotros necesitamos para ser felices. Por tanto, como jóvenes publicitarios nos quejamos de que se nos falta al respeto, tanto en nuestras propias empresas como por parte de la sociedad no dedicada a la publicidad hacia nuestra profesión, ¿qué tal si empezásemos a predicar con el ejemplo? Lo primero, como ya os he dicho en otras muchas ocasiones, es valorarnos a nosotros mismos y poner en valor nuestra profesión con ideas y conceptos realmente innovadores y que aporten valor a nuestros clientes. Lo segundo, como no, es empezar a brindar a la sociedad ese respeto que tanto demandamos. Al consumidor no le gustan las intromisiones y las interrupciones en su descanso diario, por tanto, será necesario encontrar nuevos canales para conectar con el consumidor y nuevas formas de comunicarnos con él. Algunas técnicas que están demostrando generar un gran efecto positivo en la percepción de los consumidores hacia las marcas son el Branded Content y el Story Doing, dos interesantes formas de relacionarse con el público. El Branded Content es una técnica que consiste, básicamente, en todo lo anteriormente mencionado, es decir, en generar una publicidad menos intrusiva para el consumidor, basándose en la personalización y en la creación de valor a través de la generación de contenidos que tienen como fin la conexión de la marca con el consumidor, entiendo siempre a la marca como un ser viviente y que, por el hecho de estar constituido por personas, tiene una propia identidad y personalidad que le dotan de cierta humanidad. Es aquello que convierte a una marca cualquiera con sus consumidores, en una love Brand con consumidores, prescriptores, embajadores de marca… El Story Doing nace de la evolución del Story Telling bajo la influencia del Branded Content, y representa el paso de que las marcas “cuenten historias” hacía que las marcas “hagan historia”. La publicidad ha de reinventarse cada día para poder generar impactos que interesen al consumidor y que no generen rechazo en el mismo. Por ello las marcas han pasado de contar historias interesantes a generar experiencias emocionantes y atractivas en las que el consumidor forma parte, se involucra e interactúa con la marca, sintiendo emociones positivas hacia la misma y, por tanto y con el tiempo, una imagen de marca de calidad. Por su parte, las nuevas tecnologías, internet, las redes sociales, y todo lo que estos relativamente nuevos avances acarrean, han demostrado ser nuevos canales de comunicación que permiten llegar de una manera más atractiva al consumidor. Algo que últimamente se está desarrollando a un ritmo vertiginoso, adquiriendo una relevancia y un prestigio espectaculares, es el internet de las cosas o the internet of things, que como su propio nombre indica, es la evolución de los objetos cotidianos hacia objetos inteligentes cuya función principal es facilitarnos la vida. Desde los ya habituales teléfonos y relojes inteligentes hasta neveras que hacen la lista de la compra a medida que acabamos con los productos, drones con cámara que nos persiguen mientras practicamos deportes de aventura para hacernos fotos, robots domésticos que nos acompañan en cada momento de nuestro día a día o incluso coches que se conducen solos. Todas estas técnicas y nuevos formatos son, sin duda, grandes avances para la publicidad que han de seguir evolucionando y desarrollándose hasta alcanzar su máximo esplendor, por ello, no podemos dejar de investigarlos, entenderlos e incorporarlos en nuestro quehacer publicitario. No obstante, es recomendable no olvidar que, al igual que pasó con los spots televisivos, tan amados en otras épocas, una vez pasado el momento de máximo apogeo de estas nuevas formas de comunicación, tenderán a quedar anticuadas y a saturar al consumidor. Por ello, más allá de adaptarnos a estas nuevas e incipientes novedades, debemos seguir observando aquellas carencias que podríamos y deberíamos cubrir con nuevos métodos comunicativos. Los jóvenes somos el futuro, por ello está en nuestras manos cambiarlo, aunque muchos nos quieran hacer creer que las cosas hay que hacerlas como se han hecho toda la vida y que es imposible cambiar el mundo, al menos nuestro mundo publicitario. Imagen cortesía de iStock
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