Por estos días recibiendo un brief de un consultorio quiropráctico, cuyo target oscila entre los 40 y 70 años de edad, me di cuenta de que la juventud va por dentro, muchos de nosotros no hemos admitido que tenemos más de 20 años ni que la infancia ya pasó, los achaques son solo del cuerpo, que nos está pasando la factura por todas esas locuras que nos incitan a seguir viviendo como jóvenes, a recordar esos lugares en los que nos enamoramos de una persona, de un paisaje o de la experiencia que vivímos hace unos años. ¿No creen que a veces ser adulto es aburrido? Estando ayer en una notaría, me di cuenta de que no sabía cuál era el significado de cada una de las catedráticas y cuadriculadas palabras que tienen muchos de los papeles que nos meten o nos sacan de problemas en la justicia colombiana… Es triste que ya obtener algo no sea por un juego de “tazos” (los discos de plástico que salían en los paquetes de papas), lo sé, crecer es una trampa. Pensando en todo eso llegué a la conclusión de que de cierta manera las marcas aún le hablan a jóvenes, a esas almas rebeldes y desenfrenadas que se esconden tras un cuerpo con una edad de la que ni siquiera nosotros mismos somos conscientes de que hemos vivido, los años pasan tan rápido, uno tras otro se van consumiendo con la rutina y con nuestros sueños, esos que postergamos porque pensamos que vamos a tener una vida eterna. Creo que he decidido vivir de verdad y no quedarme quieta para ver cómo me llevan los años, por eso retomé mis sueños con más valor que antes, estoy cambiando de percepción sobre mí y replanteando mi futuro, pues no me veo como una viejita de X años postrada en una cama reprochándose todo lo que no hizo, porque desgraciadamente caemos en cuenta muy tarde de que la vida es un segundo que vivimos lentamente y no nos da tiempo de saborear todos sus colores. Feliz martes de mojarse bajo la lluvia antes de que se vuelva ácida y no podamos disfrutarla. Imagen cortesía de iStock
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