Cuando uno empieza en este mundo, o al menos eso me pasó a mí, cree que llegar a una agencia de publicidad es como ir al kínder, uno cree que se la va a pasar chingón, risa y risa, despejado y viendo la tele. Bueno eso nos vendieron en la universidad en la que fui. Pero no, a pesar de que sí hay buenos momentos dentro de las chingas, resulta que lo que menos tienes es tiempo para fomentar tu creatividad, entre las viejas y malas prácticas de algunas personas poco a poco todo se va muriendo. Hoy en día todavía se cree que trabajar en horarios extremos es sinónimo de productividad y la mayoría de las veces no es el caso. Entiendo que la única manera de ser mejor en lo que haces es dedicarle más tiempo de lo normal pero ojo, todo tiene que tener límites, hacer de eso un estilo de vida lo único que va a lograr es que te canses, hartes y te vayas. La creatividad como todos ya lo sabemos no es un momento de inspiración, no es algo mágico o divino, es un chingo de trabajo y de frustración, y por eso hay que tener tiempo para nutrirnos mentalmente. La mejor creatividad es la que se basa en insights, en vivencias, cómo es que las agencias piden grandísimas ideas cuando no tienes oportunidad de que en cualquier noche te eches unas chelas, unos tacos, una obra, una peli, bueno hasta una cáscara con los amigos. Cómo esperan cosas nuevas cuando ellos mismos no lo permiten. Las viejas costumbres, las malas prácticas, los cambios interminables que van y vienen del cliente, horarios kilométricos y un poco de premura, son los ingredientes perfectos para sepultar buenas ideas. Si algunas agencias de nuestra querida industria no cambian y no entienden ni escuchan a los que próximamente serán su fuerza de trabajo, seguirán con las mismas ideas, sí esas de los 1960 en pleno 2016. Imagen cortesía de iStock
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