Muchos de nosotros nos vemos constantemente trabajando bajo la presión de la línea final de entrega, con el tiempo encima recordándonos que tuvimos una semana para hacerlo, con el tic-tac risón de un reloj que no se detiene, que murmura lentamente “te lo dije”. Lo ideal sería por supuesto, ser organizados con el tiempo, tener listas de prioridades y las tareas determinadas, y hacerlas apenas llegan. Pero vamos a aceptarlo: los creativos somos dispersos. Existen claro los que consiguen ser perfectamente ordenados y manejar sus labores como debe ser, y es admirable realmente. Y existimos otros, que simplemente no alcanzamos a leer de corrido 10 páginas para un informe sin antes haber hecho al menos 3 dibujitos en la superficie más cercana. Con esto no digo que sea requisito ser desorganizado solo por el hecho de ser creativo, eso sería una simple excusa para evadir las responsabilidades, y quienes nos desenvolvemos en este campo, sabemos que son muchas, y constantes. Entonces, si sabemos que es una situación corregible, ¿por qué a veces nos cuesta tanto decirle no a las distracciones? Se ha hablado de la orientación asociativa, del deambular entre la fantasía y la realidad, y no sé cuántas más características que nos atribuyen que parece que siempre se ponen en nuestra contra cuando de concentración se trata. Es un hecho que nuestra mente viaja, literalmente es difícil que se quede quieta, siempre está creando, imaginando, resolviendo, cuestionando… por eso es tan valiosa, porque fabrica sin parar. Lo que parece ser normal y ordinario, en nuestra cabeza puede significar todo un motivo de asombro que genera pensamientos que saltan entre mil estímulos, que se mueven para atrás y adelante, que giran y se encojen y dan pie a otros más pequeños que crecen hasta convertirse en lo que ni siquiera imaginamos que puedan llegar a ser. El creativo nunca duerme, por eso muchos cargan con una libreta de ideas en sus bolsillos, el creativo siempre encuentra potencial en el mundo que lo rodea, el creativo presta atención, y el creativo se distrae. Es válido. Como lo dijo Ogilvy: “Las mejores ideas vienen en forma de chistes. Haz que tu forma de pensar sea lo más divertida posible”. Y eso hacemos, lo único que nos cuesta a veces es alcanzar el balance entre la obligación y la dispersión. La procrastinación por definición es la postergación de situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más agradables, por eso muchos de nosotros terminamos contra tiempo demostrando lo productivos que podemos ser en limitadísimos periodos, cosa que tampoco es saludable. Si usted es creativo y también sufre de lo mismo, únase conmigo y ponga un alto en el camino, recuerde que entre las consecuencias de procrastinar está el estrés y la ansiedad, y esto en una mente que crea es terrible. Aceptemos que somos dispersos, pero acostumbrémonos a no permitir que eso se sobreponga a lo que necesitamos hacer. La imaginación necesita espacio, la mente precisa aire y libertad, y entre más la presionemos para que funcione por obligación, menos estará disfrutando lo que hace, y eso mis amigos, en nuestro mundo no puede permitirse. AUTOR Gabriela Lizano Murillo Creativa, diseñadora, publicista, costarricense. Creo en la simplicidad de la comunicación, y en las percepciones que hacen de la realidad una experiencia relativa. Amante de la vida perruna, las ilustraciones, la música, los libros viejos, y de lo que es capaz la mente visionaria de los humanos. Imagen cortesía de iStock
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